JERUSALÉN

            Nos traslada la Semana Santa a Jerusalén, a la entrada triunfal, pasión, muerte y resurrección de Jesús en ella. Era un Viernes Santo de pandemia, de calles desiertas en busca de esperanza, aquel del 2020 en que se me hizo presente el poemario Jerusalén - inspirado por un viaje a Jerusalén en Diciembre de 2009 y escrito con el ánimo de captar el alma y la eternidad de la ciudad, y publicado como parte de la geografía poética reunida en mi libro Mundo. Una geografía poética -, y como carta en la botella lanzada al mar de la web compartí “Olivo de Getsemaní”, explicando su planteamiento y gestación y planteando las preguntas que en el ahora y el siempre de entonces nos hacía y nos hace, el qué queremos que cuente sobre el presente y el futuro que hacemos pasado al poeta que le visite dentro de dos mil años. Y a partir de ahí he venido compartiendo cada Viernes Santo, con su respectiva presentación y preguntas del ahora de estos años- marcados por Ucrania, por Gaza y por las turbulencias que afectan el devenir compartido - y del siempre, los otros cuatro poemas que junto a “Olivo de Getsemaní” conforman Jerusalén: “Más fácil”, en 2021; “Aire de Jerusalén”, en 2022; “Tiempo de Jerusalén”, en 2023; y “Sueños de Jerusalén”, en 2024.

            Pareciera que con esa carta en la botella en la que el año pasado compartí “Sueños de Jerusalén” se hubiera cerrado un círculo, y en alguna medida así fue. Mas de alguna manera, como se lo estuviera esperando, se le abrió al poco a Jerusalén una puerta para hacerse presente, para venir a la vida, a través de mi participación en la Luna poética organizada por el Instituto Cervantes de París el 23 de Abril de 2024, Día de Sant Jordi y del Libro, aniversario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, en el que éste nos invitó a recitar en su sede nuestros poemas a poetas españoles e iberoamericanos. Recitación, en mi caso, de Jerusalén, con una explicación introductoria y una invocación final, como podéis ver en el video supra que como carta en la botella a modo de colofón, de cierre del círculo, os comparto este Viernes Santo, con una breve introducción al poemario y a cada poema y su reproducción en el orden en el que los leí, de modo que podáis leer el poemario en su conjunto, en el que, respecto al original, añadí en esta ocasión la primera frase del paréntesis final de "Olivo de Getsemaní". Pues, más allá de lo que cada poema pueda inspirarnos o decirnos, es en su conjunto e interrelación que el poemario adquiere su sentido y transmite su mensaje último, como ninguno de sus movimientos sustituye la impresión y vivencia de conjunto de una sinfonía

            Se compone Jerusalén de cinco poemas como una melodía en tres movimientos. El primero, "Más fácil", basado en la cita evangélica de que "más fácil es que un camello pase por el ojo de la puerta de Jerusalén, que que un rico entre en el reino de los cielos", es un poema de entrada, que nos pregunta por lo difícil, por el amor, por la paz y la esperanza con las que queremos entrar en Jerusalén. "Aire de Jerusalén", "Tiempo de Jerusalén" y "Sueños de Jerusalén" responden a la aspiración, el anhelo de captar el alma de Jerusalén. "Aire de Jerusalén" que nos pregunta por qué no es aire sino llanto el de Jerusalén, sin olvidar doquiera los seres humanos hacemos del aire llanto, nos preguntemos por qué y para qué, hasta desterrarlo para siempre de nuestras venas que añoran la sangre de la vida, la sangre del amor, la sangre del corazón que riega las almas y la paz interior y exterior. "Tiempo de Jerusalén", donde no pasa el tiempo, sino la eternidad; ni es futuro / el futuro, sino pasado / que se repite, / pasado / que se eterniza... Siempre es tiempo de Jerusalén, y es el siempre su tiempo. "Sueños de Jerusalén" que nos preguntan qué vamos a soñar por Jerusalén, y al tiempo nos invitan a recorrer el camino que nos ha llevado hasta ellos, a la luz de lo vivido más que nunca quisiéramos que "que el amor /se pasea / por sus calles / y a sus dos mitades / se unen / en un largo beso / sin fin" no fuera sólo un sueño, que se hiciera realidad ese sueño que "sueña Dios / en la paz / de su ciudad", que no llevaran a esta realidad los sueños de Jerusalén. A veces hablan los árboles al poeta, especialmente si tienen milenios de Historia vivida que contar, como es el caso del olivo más viejo del huerto de Getsemaní. A veces tal vez nos vean de manera distinta y mejor de lo que a nosotros mismos nos vemos, y se hagan y nos hagan las preguntas que no nos hacemos. A veces al dictado reproduce el poeta su voz en un poema que ambos escriben con la esperanza de que otros la escuchen, aprendan a escucharla, a entenderla. La poesía es diálogo con la naturaleza, con la vida, con el mundo, con uno mismo en ellos reflejado, siempre en busca del alma. Tal fue el caso de los olivos del huerto de Getsemaní en el que oró Jesús tras la última cena, en el que fue prendido, en el que pasó lo que conmemoramos estos días dos mil años después. Pasó, y les pasó; pues lo vieron y vivieron, como tantos hechos que han visto y vivido a lo largo de los milenios en que ha ido aumentando su tronco sus anillos. Lo visité durante ese viaje a Jerusalén, y su voz en él me llevó a escribir “Olivo de Getsemaní" en que en cursivas transcribo lo que recuerda y nos dice, nos hace sus preguntas. Nos invita, en definitiva, a hacernos la pregunta de qué queremos que el olivo de Getsemaní cuente sobre éste al poeta que le visite y le pregunte dentro de dos mil años, de cuál fue hoy nuestra plegaria en el huerto de los olivos. De qué impresión, qué huella queremos dejar en su alma, en el alma; de la solidaridad o la insolidaridad, el amor o el desamor, la dignidad o la indignidad, las ideas y las acciones de las mujeres y los hombres ante el reto que afrontamos todos y cada uno, frente al que todos y cada uno somos la misma mujer, el mismo hombre, la misma persona.

            Concluyo esta lectura recitada de Jerusalén preguntándonos qué es hoy lo difícil que no sabemos hacer, de qué llanto estamos inundando su aire, qué tiempo estamos construyendo para Jerusalén, qué sueños queremos soñar por Jerusalén, qué recuerdos estamos creando para el olivo de Getsemaní, qué poema de Jerusalén queremos a partir de ahora escribir con la vida. Con el deseo de que os y nos inspire la respuesta, a ver, a escuchar, a leer Jerusalén os invito. Y también, a quienes estéis en París el próximo miércoles 23 de Abril, Día de Sant Jordi y del Libro, a acompañarme en la recitación que haré en la Luna poética que este año organiza también el Intituto Cervantes, a que seréis muy bienvenidos y cuya convocatoria podéis ver clicando aquí.

 

Manuel Montobbio

Luna del Viernes Santo
de dos mil veinticinco

 

 

 

 

 

 

JERUSALÉN

 

 

MÁS FÁCIL

 

 

          Más fácil es

que un camello entre

por el ojo

de una aguja

que por la puerta

de Damasco;

más fácil

que venda dátiles

de Jericó

en las calles

del barrio musulmán

o cristiano

de Jerusalén,

que que atraviese

el muro

para llevar a Belén

a los Reyes Magos;

más fácil

que lleven juguetes

a los hogares

de España,

que la paz

al portal

de Belén;

más fácil

que los muertos

musulmanes

judíos

o cristianos

ocupen,

sepulcro a sepulcro,

posiciones

en el valle de Josafat

para esperar en él

al Juicio Final,

que que los vivos

musulmanes

judíos

cristianos

planten

juntos

en él

el olivo

de la paz.

          Más fácil

que los profetas

de barbas blancas

y túnicas negras

sus proclamas inicien

desde el monte de los olivos

o los púlpitos

de las iglesias,

de las sinagogas,

de las mezquitas,

diciendo

más fácil…

que que hablen

con el silencio

de sus obras

a las muchedumbres

que recorren

las estaciones

del Vía Crucis

con una guía turística

y una máquina

de fotografiar

y hacen cola

ante el Santo Sepulcro;

más fácil

tras ella

besar su mármol

o tocar las piedras

del Gólgota,

que alcanzar

la vida eterna;

más fácil soñar

en Jerusalén,

que vivir

en ella;

más fácil morir

por Jerusalén,

que vivir

por ella;

más fácil odiar

por Jerusalén,

que amar

por ella,

amar en ella.

 

 

 

AIRE DE JERUSALÉN

 

          No es aire

el aire

en Jerusalén,

ni sopla el viento,

sino el llanto

de los que lloran

el templo perdido

en el muro

de las lamentaciones,

la pasión de Cristo

en las estaciones

del Vía Crucis,

la ascensión de Mahoma

en la explanada

de las mezquitas;

no es aire

el aire,

no,

sino llanto

evaporado,

llanto

condensado,

llanto

de Caín

por Abel,

de Abraham

por Isaac,

de María

por Jesús,

de los judíos

derrotados

por Tito,

los bizantinos,

los árabes,

los cruzados,

los otomanos,

los palestinos,

los israelíes;

llanto de Jerusalén,

que llora

en todas las lenguas,

que escribe

en todos

los alfabetos;

llanto de Jerusalén

por su corazón

partido,

con su corazón

partido;

llanto de Jerusalén

que llora

por sus mujeres y sus hombres,

que no respiran aire

sino llanto

que llora

porque sus mujeres y sus hombres

no respiran aire,

sino llanto,

llanto

por Jerusalén,

por el mundo,

en el mundo,

del mundo,

de quienes fueron expulsados

o simplemente partieron un día

de ella

y del paraíso,

como del paraíso,

quienes añoran respirar

llanto,

a quienes envenena

el aire

y quieren llanto

en sus pulmones,

llanto

en sus venas,

llanto de Jerusalén.

 

 

 

TIEMPO DE JERUSALÉN

 

 

          No pasa el tiempo

en Jerusalén,

sino la eternidad;

ni es futuro

el futuro,

sino pasado

que se repite,

pasado

que se eterniza,

pasado

de hechos terribles

o hermosos

que se quiere siempre

presente

en la conciencia

y las acciones

de las mujeres

y los hombres

cuyas vidas interpretan

guiones escritos

en escrituras sagradas,

profecías

que hay que cumplir

o palabras

de Dios,

tantas escritas

en Jerusalén;

demasiadas:

no queda

papel en blanco

para escribir

el futuro,

para escribir

poemas de amor

o vivir

la vida;

no queda

papel en blanco

para dar tiempo

al tiempo,

tiempo

a Jerusalén,

tiempo

para ser yo

en Jerusalén,

tiempo

para ser nosotros

en Jerusalén,

tiempo

para ser

Jerusalén.

 

 

 

SUEÑOS DE JERUSALÉN

 

 

          Sueñan las pelucas

posarse

sobre las cabezas rapadas

de todas las mujeres

de Jerusalén;

los papeles apresados

en el muro

de las lamentaciones

convertir en realidad

los deseos que contienen;

la puerta cerrada

de la explanada

de las mezquitas

el día

en que se abrirá

para dejar paso

al Mesías

en el que sueñan

todos;

sueñan todos

que Jerusalén

es la ciudad

de Dios,

y que Dios

es su Dios,

y que su palabra

rige las vidas

y las muertes

de las mujeres

y los hombres

de Jerusalén,

que el amor

se pasea

por sus calles

y sus dos mitades

se unen

en un largo beso sin fin,

que todo lo que pasó

en ella

fue una pesadilla

o un sueño

de Dios

cuando soñaba

en hombres

que soñaban

en Dios;

sueña Dios

en la paz

de su ciudad;

sueñan los sueños

que Jerusalén

es un sueño

que les sueña.

 

 

 

 

OLIVO DE GETSEMANÍ

 

 

          Soy el olivo más viejo

del huerto de Getsemaní.

Hace mucho tiempo,

cuando llegué a dos mil,

dejé de contar las veces

que he cambiado de piel.

Demasiadas veces han bebido mis raíces

sangre y lágrimas;

demasiadas cosas he visto,

algunos de cuyos recuerdos guardo

en las capas de mi tronco.

Siempre duermen bajo el Sol,

pero por la noche,

cuando sopla la brisa

y, después de pasearse

y rezar

entre nosotros, Fray Luis nos da

las buenas noches

y se va a dormir;

cuando llena nos ilumina la Luna,

y me sonríe y recita

poemas de amor

que durante el día

escribió para mí,

no sé si será

                                                                   su voz,

no sé si será

                                                                   su luz,

pero entonces algunos de ellos

despiertan y me salen

de dentro,

de capas recientes

y de capas antiguas,

y se pasean por el huerto

y repiten

lo que hicieron aquí.

No sé por qué

de las capas antiguas

salen hombres de paso

acompañados de ovejas:

cuando las olivas maduran

vienen a recogerlas;

algunos días de primavera

una mujer y un hombre

se besan bajo mi sombra;

siento otros el peso

de unos niños subidos

a mis ramas.

De las más recientes sin embargo

salen siempre

muchedumbres,

grupos de mujeres y de hombres

que me quieren tocar

y se quedan después quietos todos

menos uno que nos apunta

con una caja negra

que hace clic;

salen unos hombres

que construyen ese edificio de allí

al que llaman

la iglesia de las naciones;

esta casa de la que salen

esos hombres

vestidos todos con un saco marrón

y una cuerda

en la cintura:

esos hombres

que nos cuidan

y a los que llaman frailes

salen de capas recientes

y de capas antiguas;

siempre por la noche rezan;

no sé por qué

desde hace tanto tiempo

quieren estar con nosotros

y hacer con los huesos

de nuestras aceitunas

collares;

no sé por qué

nos quieren,

pero me he acostumbrado a vivir

con ellos

y los echo de menos

cuando ya no salen

de los recuerdos

de las capas

más antiguas.

Cuando las nubes cubren a la Luna

salen a veces también

hombres vestidos de maneras distintas

que blanden espadas,

y se hieren y se matan:

se vierte amarga su sangre

mancha la tierra,

y me duele la savia

oscura cuando la beben

mis raíces,

y siento miedo,

siento dolor;

pero más siento cuando salen

aquellas mujeres que huyen

con sus bebés

de los hombres armados

que los quieren matar,

cuando gritan piedad

a mi hijo no:

siento cuando las espadas

los parten en dos

que me parten a mí:

como ninguna cálida,

como ninguna amarga,

como ninguna se me atraganta

su sangre que llora

aceitunas negras.

No sé por qué

muchos no me emocionan,

algunos sí;

pero ninguno como aquel

hombre

que lloró una noche

sobre mi tronco

sus ojos enecerraban

todo el amor

y el dolor

del mundo

cuando decía

Padre si puedes aparta de mí

este cáliz

pero no se haga mi voluntad

sino la tuya;

no sé por qué

cada vez que recuerdo

cuando vinieron a prenderle

siento que me arrancan

a mí también

de la tierra,

y ya no me sube

la savia,

y me invade la angustia

de saber

qué hicieron con él

qué pasó

después.

          (No sé si será

ese Jesús

del que habla

siempre

fray Luis

cuando habla conmigo

cada noche,

excepto ésta, 

en que estaba

con un hombre y una mujer

que se llamban

Manuel y Dulce

y les hablaba

de él.

No sé por qué

a veces imagino

cosas extrañas:

imagino unas

que un hombre puede

entender lo que digo

y lo escribe

en este poema;

imagino otras

que digo

lo que escribe él)

 

 

Manuel Montobbio

S’Agaró-Tirana,
lunas inspiradas por Jerusalén
de Diciembre de dos mil nueve
y Enero de dos mil diez.