Celebrábamos el pasado Domingo de Ramos la entrada de Jesús en Jerusalén, y con ello el inicio de la Semana Santa. Para conmemorarlo os comparto el poema que precisamente así, Domingo de Ramos, se titula, escrito hace un año, en el inicio del tiempo confinado, el tiempo pandemia en que vivimos.
Nos lleva cada Semana Santa la imaginación y el espíritu a Jerusalén, Ciudad tres y mil veces Santa que respira eternidad, donde se respira eternidad. A donde tuve ocasión de viajar por última vez con mi esposa en Diciembre de dos mil nueve. Me inspiró aquel viaje la escritura de mi poemario Jerusalén, que forma parte de la geografía poética recogida en mi libro Mundo. Una geografía poética, que reúne buena parte de mi poesía ordenada como tal. Os compartía el año pasado el Viernes Santo el poema Olivo de Getsemaní, que forma parte de él. Os decía entonces que a veces hablan los árboles al poeta, especialmente si tienen milenios de Historia vivida que contar, como es el caso del olivo más viejo del huerto de Getsemaní. A veces tal vez nos vean de manera distinta y mejor de lo que a nosotros mismos nos vemos, y se hagan y nos hagan las preguntas que no nos hacemos. A veces al dictado reproduce el poeta su voz en un poema que ambos escriben con la esperanza de que otros la escuchen, aprendan a escucharla, a entenderla. La poesía es diálogo con la naturaleza, con la vida, con el mundo, con uno mismo en ellos reflejado, siempre en busca del alma. Que tal fue el caso de los olivos del huerto de Getsemaní en el que oró Jesús tras la última cena, en el que fue prendido, en el que pasó lo que conmemoramos estos días dos mil años después. Pasó, y les pasó; pues lo vieron y vivieron, como tantos hechos que han visto y vivido a lo largo de los milenios en que ha ido aumentando su tronco sus anillos. Lo visité con mi esposa durante aquel viaje y su voz en mí me llevó a escribir ese poema; y, al calor de la inspiración, al vapor de Jerusalén emanado y captado en ese viaje, a partir de él los otros cuatro que con él conforman el poemario – Más fácil, Aire de Jerusalén, Tiempo de Jerusalén y Sueños de Jerusalén.
Al tiempo que os invito a releerlo o leerlo para hacernos a su luz las preguntas que os planteaba hace un año, os comparto esta Semana Santa el poema Más fácil, con el que inicia el poemario, como inicia al entrar a través del ojo de la aguja de la puerta de Jerusalén nuestro viaje por ella. Nos dijo Jesús que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos (Mateo 19, 23-30). Nos llama de alguna manera a lo difícil, a lo no evidente, al esfuerzo frente a la inercia. A preguntarnos por los “más fácil” que nos plantea el mundo y la vida, que nos plantea Jerusalén, para entrar en ella, para vivirla verdaderamente. Pues aunque pueda ser más fácil morir u odiar por Jerusalén que vivir o amar por ella, optamos por la vida, optamos por el amor, optamos por la paz. Con la esperanza y deseo de que su lectura os inspire la respuesta a esas preguntas, la búsqueda de lo difícil, de la esencia, del amor y la vida, como carta en la botella lo lanzo al mar de la web, os invito a leerlo y os deseo feliz Semana Santa.
MÁS FÁCIL
Más fácil es
que un camello entre
por el ojo
de una aguja
que por la puerta
de Damasco
más fácil
que venda dátiles
de Jericó
en las calles
del barrio musulmán
o cristiano
de Jerusalén
que que atraviese
el muro
para llevar a Belén
a los Reyes Magos
más fácil
que lleven juguetes
a los hogares
de España
que la paz
al portal
de Belén
más fácil
que los muertos
musulmanes
judíos
o cristianos
ocupen
sepulcro a sepulcro
posiciones
en el valle de Josafat
para esperar en él
al Juicio Final
que que los vivos
musulmanes
judíos
cristianos
planten
juntos
en él
el olivo
de la paz.
Más fácil
que los profetas
de barbas blancas
y túnicas negras
sus proclamas inicien
desde el monte de los olivos
o los púlpitos
de las iglesias
de las sinagogas
de las mezquitas
diciendo
más fácil…
que que hablen
con el silencio
de sus obras
a las muchedumbres
que recorren
las estaciones
del Vía Crucis
con una guía turística
y una máquina
de fotografiar
y hacen cola
ante el Santo Sepulcro
más fácil
tras ella
besar su mármol
o tocar las piedras
del Gólgota
que alcanzar
la vida eterna
más fácil soñar
en Jerusalén
que vivir
en ella
más fácil morir
por Jerusalén
que vivir
por ella
más fácil odiar
por Jerusalén
que amar
por ella
amar en ella.
Manuel Montobbio
Lunas inspiradas
por Jerusalén
de Diciembre
de dos mil nueve
y Enero
de dos mil diez