Imagina Ismail Kadaré en El Palacio de los Sueños un Imperio que el todopoderoso Sultán gobierna a partir de la interpretación de los sueños de sus súbditos, que una ingente red de emisarios se encarga de inquirir y transcribir hasta en los más recónditos lugares y confines de éste para entregarlos a la Administración del Palacio de los Sueños, cuya pirámide funcionarial los lee, clasifica y selecciona positivamente hasta identificar el sueño a partir de cuya interpretación adopta cada viernes el Sultán las decisiones para gobernar el Imperio. Vivimos a través de sus páginas el ascenso, peldaño a peldaño, por esa pirámide del joven Mark-Alem hasta llegar a la cúspide como gran presentador del sueño al Sultán. Ambientada imaginariamente en el Imperio Otomano, constituye una metáfora sobre el poder y su ambición de totalidad, el poder al que no le basta gobernarlas vidas de sus súbditos, y anhela gobernar sus sueños, como en una pesadilla, más allá de los sueños. Y constituye por ello una de las mejores aportaciones de Kadaré a la Literatura universal, clave referencial para la comprensión de la esencia del totalitarismo, de la sed de poder.
Se me ha hecho presente El Palacio de los Sueños al iniciar el escribir de esta carta en la botella en la que os envío – como he hecho con los anteriores cada semana Santa estos últimos cuatro años - el quinto y último poema de mi poemario Jerusalén, que forma parte de la poesía reunida en mi libro Mundo. Una geografía poética y que se titula, precisamente, Sueños de Jerusalén. Capta la poesía la eternidad de los instantes, el siempre más allá del ahora; y si ello es así siempre y doquiera, más si cabe lo es en Jerusalén. Y es en ese siempre, esa eternidad que se inscriben estos Sueños de Jerusalén; mas al tiempo no podemos dejar de leerlos a la luz del ahora de esta Semana Santa bajo el fragor de la guerra en Gaza, de tantas guerras, tantas confrontaciones, tanta violencia desatada en y sobre la Tierra Santa. Y, al leerlos a esa luz, más que nunca quisiéramos que "que el amor /se pasea / por sus calles / y a sus dos mitades / se unen / en un largo beso / sin fin" no fuera sólo un sueño, que se hiciera realidad ese sueño que "sueña Dios / en la paz / de su ciudad", que no llevaran a esta realidad los sueños de Jerusalén. Pueden los sueños hacer realidad la distopía; y pueden inspirarnos para hacer realidad la utopía. Pueden ser apropiados por el poder, y a partir de ello éste ejercerse; y pueden ser reducto último de la libertad y la dignidad humana, aquello a lo que no renunciamos más allá de la realidad y sus pesares, que no nos dejamos arrebatar, donde podemos y queremos ser todavía y siempre.
Nos preguntan los sueños de Jerusalén qué vamos a soñar por Jerusalén, y al tiempo nos invitan a recorrer el camino que nos ha llevado hasta ellos, de carta en la botella en carta en la botella, de Semana Santa en Semana Santa, desde que el Viernes Santo de dos mil veinte, en tiempos de calles desiertas y de silencio de COVID-19, lancé la botella con el poema Olivo de Getsemaní, animando a plantearnos, tras leer el relato de más de dos mil años que, saliendo de las capas de su corteza, se le hacen presentes las noches de Luna llena, la pregunta de qué queremos que el olivo de Getsemaní cuente sobre este tiempo nuestro al poeta que le visite y le pregunte dentro de dos mil años, de cuál fue hoy nuestra plegaria en el huerto de los olivos, de qué impresión, qué huella queremos dejar en su alma, en el alma. Qué queremos que cuente de la solidaridad o la insolidaridad, el amor o el desamor, la dignidad o la indignidad, las ideas y las acciones de las mujeres y los hombres ante el reto que afrontamos todos y cada uno, frente al que todos y cada uno somos la misma mujer, el mismo hombre, la misma persona. Siempre, y ahora más que nunca. Como nos pregunta Más fácil por lo difícil, por el amor, por la paz y la esperanza con las que queremos entrar en Jerusalén. Respiramos en el Aire de Jerusalén el llanto de Jerusalén que corre por sus venas, y lloramos este llanto nuevo que se evapora en el aire de Jerusalén. Y pedimos al Tiempo de Jerusalén papel en blanco, tiempo para ser nosotros en Jerusalén.
Con el ensueño de que – así como la Semana Santa comienza por el Domingo de Ramos y, tras el sufrimiento de la pasión y la muerte del Viernes Santo, tras la incertidumbre y el silencio del Sábado Santo, culmina con la Pascua de Resurrección - nos inspiren estos Sueños de Jerusalén los sueños que nos llevan a la paz y a la vida en dignidad de la persona que somos todos y todas los hombres y las mujeres que habitamos la Tierra y con ella y en ella somos, juntos en la nave espacial Tierra destino futuro navegamos, en esta carta en la botella lanzada al mar de la web os los comparto.
Manuel Montobbio
París,
Viernes Santo
de dos mil venticuatro
Sueños de Jerusalén
Sueñan las pelucas
posarse
sobre las cabezas rapadas
de todas las mujeres
de Jerusalén;
los papeles apresados
en el muro
de las lamentaciones
convertir en realidad
los deseos que contienen;
la puerta cerrada
de la explanada
de las mezquitas
el día
en que se abrirá
para dejar paso
al Mesías
en el que sueñan
todos;
sueñan todos
que Jerusalén
es la ciudad
de Dios,
y que Dios
es su Dios,
y que su palabra
rige las vidas
y las muertes
de las mujeres
y los hombres
de Jerusalén,
que el amor
se pasea
por sus calles
y sus dos mitades
se unen
en un largo beso sin fin,
que todo lo que pasó
en ella
fue una pesadilla
o un sueño
de Dios
cuando soñaba
en hombres
que soñaban
en Dios;
sueña Dios
en la paz
de su ciudad;
sueñan los sueños
que Jerusalén
es un sueño
que les sueña.
Manuel Montobbio
S’Agaró-Tirana,
lunas inspiradas por Jerusalén
de Diciembre de 2009
y Enero de 2010.