Celebrábamos el pasado Domingo de Ramos la entrada de Jesús en Jerusalén, y con ello el inicio de la Semana Santa. Para conmemorarlo os comparto el poema que precisamente así, Domingo de Ramos (o, en catalán, Diumenge de Rams), se titula, escrito hace dos años, en el inicio del tiempo confinado, el tiempo pandemia en que vivimos todavía y del que poco a poco salimos, como muestra la pasión por el viaje y el disfrute de la vida que respira esta Semana Santa.
Nos lleva cada Semana Santa la imaginación y el espíritu a Jerusalén, Ciudad tres y mil veces Santa que respira eternidad, donde se respira eternidad. A donde tuve ocasión de viajar por última vez con mi esposa en Diciembre de dos mil nueve. Me inspiró aquel viaje la escritura de mi poemario Jerusalén, que forma parte de la geografía poética recogida en mi libro Mundo. Una geografía poética, que reúne buena parte de mi poesía ordenada como tal, del que os he venido compartiendo uno de sus poemas el Viernes Santo de 2020 y el de 2021, y no quisiera faltar en este tampoco a la cita.
Así, os compartía el Viernes Santo hace dos años el poema Olivo de Getsemaní, que forma parte de él. Os decía entonces que a veces hablan los árboles al poeta, especialmente si tienen milenios de Historia vivida que contar, como es el caso del olivo más viejo del huerto de Getsemaní. A veces tal vez nos vean de manera distinta y mejor de lo que a nosotros mismos nos vemos, y se hagan y nos hagan las preguntas que no nos hacemos. A veces al dictado reproduce el poeta su voz en un poema que ambos escriben con la esperanza de que otros la escuchen, aprendan a escucharla, a entenderla. La poesía es diálogo con la naturaleza, con la vida, con el mundo, con uno mismo en ellos reflejado, siempre en busca del alma. Que tal fue el caso de los olivos del huerto de Getsemaní en el que oró Jesús tras la última cena, en el que fue prendido, en el que pasó lo que conmemoramos estos días dos mil años después. Pasó, y les pasó; pues lo vieron y vivieron, como tantos hechos que han visto y vivido a lo largo de los milenios en que ha ido aumentando su tronco sus anillos. Lo visité con mi esposa durante aquel viaje y su voz en mí me llevó a escribir ese poema; y, al calor de la inspiración, al vapor de Jerusalén emanado y captado en ese viaje, a partir de él los otros cuatro que con él conforman el poemario – Más fácil, Aire de Jerusalén, Tiempo de Jerusalén y Sueños de Jerusalén.
Y os compartía el del año pasado el poema Más fácil, con el que inicia el poemario, como inicia al entrar a través del ojo de la aguja de la puerta de Jerusalén nuestro viaje por ella. Nos dijo Jesús que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos (Mateo 19, 23-30). Nos llama de alguna manera a lo difícil, a lo no evidente, al esfuerzo frente a la inercia. A preguntarnos por los “más fácil” que nos plantea el mundo y la vida, que nos plantea Jerusalén, para entrar en ella, para vivirla verdaderamente. Pues aunque pueda ser más fácil morir u odiar por Jerusalén que vivir o amar por ella, optamos por la vida, optamos por el amor, optamos por la paz. Con la esperanza y deseo de que su lectura os inspire la respuesta a esas preguntas, la búsqueda de lo difícil, de la esencia, del amor y la vida.
Siguiendo este itinerario poético por Jerusalén, os comparto ahora Aire de Jerusalén, para que lo inhaléis, lo respiréis a fondo esta Semana Santa, nos preguntemos por qué no es aire sino llanto el de Jerusalén, y estos días el de Ucrania, sin olvidar doquiera los seres humanos hacemos del aire llanto, y nos preguntemos por qué y para qué, hasta deseterrarlo para siempre de nuestras venas que añoran la sangre de la vida, la sangre del amor, la sangre del corazón que riega las almas y la paz interior y exterior. Al tiempo que os invito a releer o leer Domingo de Ramos / Diumenge de Rams, Olivo de Getsemaní y Más fácil como cuando como cartas en la botella los lancé al mar de la web, junto a ellos lleno esta Semana Santa de Aire de Jerusalén esta botella en que os los envío para hacernos a su luz las preguntas que os planteaba y os planteo ahora. Y, al hacerlo, os invito a leerlo, a leerlos, y os deseo feliz Semana Santa.
Aire de Jerusalén
No es aire
el aire
en Jerusalén,
ni sopla el viento,
sino el llanto
de los que lloran
el templo perdido
en el muro
de las lamentaciones,
la pasión de Cristo
en las estaciones
del Vía Crucis,
la ascensión de Mahoma
en la explanada
de las mezquitas;
no es aire
el aire,
no,
sino llanto
evaporado,
llanto
condensado,
llanto
de Caín
por Abel,
de Abraham
por Isaac,
de María
por Jesús,
de los judíos
derrotados
por Tito,
los bizantinos,
los árabes,
los cruzados,
los otomanos,
los palestinos,
los israelíes;
llanto de Jerusalén,
que llora
en todas las lenguas,
que escribe
en todos
los alfabetos;
llanto de Jerusalén
por su corazón
partido,
con su corazón
partido;
llanto de Jerusalén
que llora
por sus mujeres y sus hombres,
que no respiran aire
sino llanto
que llora
porque sus mujeres y sus hombres
no respiran aire,
sino llanto,
llanto
por Jerusalén,
por el mundo,
en el mundo,
del mundo,
de quienes fueron expulsados
o simplemente partieron un día
de ella
y del paraíso,
como del paraíso,
quienes añoran respirar
llanto,
a quienes envenena
el aire
y quieren llanto
en sus pulmones,
llanto
en sus venas,
llanto de Jerusalén.
Manuel Montobbio
Lunas inspiradas
por Jerusalén
de Diciembre
de dos mil nueve
y Enero
de dos mil diez