Cartas en la botella
Tiempo de confinamiento, tiempo de aislamiento, tiempo de anhelo de reflexión hacia dentro sobre el sentido de la vida y del mundo, del ahora y del siempre; de comunicación hacia fuera, hacia el otro, los otros, para ser con ella, con él, el nosotros que somos. Sentido en el triple sentido de la palabra: de sentimiento, de significado, de dirección y fin.
Tiempo de aislamiento: isla en el tiempo. Tiempo en que estamos. Tiempo que somos. Pues somos isla que quiere ser península. Una isla habitada, cada una distinta, pues, aunque vivamos en el mismo mundo, distinto es el que habita en cada uno, los seres, las experiencias, las ideas, las pasiones y los sueños, las memorias y las esperanzas que lo conforman. Cada uno es único. Cada uno isla. Mas al tiempo queremos dejar de serlo, queremos ser península, como nos sugiere Amos Oz en Contra el fanatismo:
"Me atrevería a añadir... que ningún hombre ni ninguna mujer es una isla, pero que cada uno de nosotros es una península, con una mitad unida a tierra firme y la otra mirando al océano. Una mitad conectada a la familia, a los amigos, a la cultura, a la tradición, al país, a la nación, al sexo y al lenguaje y a muchos otros vínculos. Y la otra mitad deseando que la dejen sola contemplando el océano. Pienso que nos deberían dejar ser penínsulas. Todo sistema político y social que nos convierte a todos y cada uno de nosotros en una isla darwiniana y al resto de la humanidad en enemigo o rival, es una monstruosidad. Pero al mismo tiempo, todo sistema ideológico, político y social que quiere convertirnos sólo en moléculas también lo es. La condición de península constituye la propia condición humana. Es lo que somos y lo que merecemos seguir siendo..."
Y para ser península escribimos cartas que lanzamos al mar desde la isla que habitamos, que somos; con la esperanza de que lleguen a otra isla, a otra orilla. Y que, al leerlas alguien, se haga entre su isla y la nuestra un puente. Para construirlo escribimos. Para construirlo leemos. Para ser península. Y al tiempo para no ser sólo "moléculas del continente", como nos dice Oz. Pues somos contenido y a la vez continente; islas que al hacerse península pueden llegar a ser continente, a ser mundo.
Escribimos cartas porque las hemos leído, porque al leerlas y escribirlas nos cultivamos, podemos llegar a ser lo que podemos ser y no éramos del todo, nos inscribimos en la aventura de la creación humana, de su cultura, que de alguna manera es, en última instancia, ese fluir en el tiempo de cartas escritas y recibidas que nos sustrae del ahora y nos sitúa en el siempre. Nos dice Sloterdijk en Normas para el parque humano que los libros y las obras que han ido conformando nuestro saber son cartas enviadas a los amigos – pues amigos son de algún modo quienes nos lean, amigos somos de quienes hemos leído -; cartas que responden a otras cartas anteriores y narran para posteridad el tiempo interesante que nos ha tocado vivir y sus lecciones. Tiempo acelerado, tiempo global, tiempo de confinamiento, tiempo a desconfinar, tiempo de pausa y pausa en el tiempo que nos invita a la reflexión sobre lo que pasa y lo que no pasa, lo que somos y queremos ser, con la esperanza de no volver tras él al tiempo de siempre, con la esperanza de hacer de él tiempo de esperanza, tiempo de inspiración. Por decirlo con los versos de mi poema PAUSA, parte de los Poemas del tiempo confinado en estas Cartas en la botella enviados
Tiempo
de confinamiento
tiempo
de pausa
para reflexionar
sobre el tiempo
que hemos aspirado
en la vida
sobre el tiempo
en que se nos ha aspirado
la vida
sobre el tiempo
al que hemos aspirado
en la vida
para preguntarnos
por el tiempo
por el mundo
por el nosotros
por la vida
que queremos expirar
tras ella
por la obra de teatro
que queremos
interpretar
el juego
que queremos
jugar
cuando apretemos
PLAY.
Tiempo
de confinamiento
tiempo
de pausa
tiempo
de transformación
del tiempo
aspirado
en tiempo
expirado
tiempo
de inspiración
que nos hace
sus preguntas.
Tiempo
de confinamiento
del COVID-19
tiempo
de pausa
tras la que comenzará
un nuevo
tiempo:
reto
de hacer
de él
un tiempo
nuevo
de hacer
de nuevo
el mundo
de hacer
un mundo
nuevo
de engendrarlo
en nosotros
reto
de inspirar
el tiempo
de inspirar
el mundo
de inspirar
el nosotros
de inspirar
la vida
que expiremos.
Estamos cada uno en la isla de nuestro confinamiento, en el barco de nuestra vivienda, en la isla que somos; y al tiempo estamos todos en la misma nave espacial Tierra destino futuro que atraviesa en su viaje fuertes turbulencias, en el mismo barco en medio de la tormenta. Y afrontamos el reto de mantenernos a flote, de vislumbrar el horizonte, de conservar, practicar y definir los valores y principios, los universales compartidos que definen nuestra vida en sociedad y nuestro caminar en la Historia, de evitar que atravesar esta tormenta nos lleve a perder el rumbo o a causar daños irreparables a la nave que acaben llevando a su hundimiento o a afectar seriamente, tal vez irreparablemente, su navegación y navegabilidad. Reto de que la angustia del ahora nos ofusque la visión del siempre.
Tiempo de acción, y tiempo de reflexión. De afirmación de la vida frente a la muerte, de leer y releer, de ser más allá del estar, más allá del tener, hacia dentro girar los ojos, hacia dentro mirar, hacia dentro buscar, hacia la raíz encontrarnos, compartir el encuentro, y para ello sobre lo encontrado escribir.
A veces, serán poemas, como estos Poemas del tiempo confinado / Poemes del temps confinat escritos y compartidos durante éste. Pues hay razones que la razón no alcanza, y recurrimos para expresarlas a la poesía, al arte. Pues somos un alma caída, una sombra, un reflejo de lo que en esencia somos o podemos ser; y es la vida búsqueda de la esencia, descubrimiento y encuentro con el alma. Y constituye, como nos decía Platón, la poesía una de las maneras de navegar hacia ella, de captar el alma, reflejar y compartir la conexión con ella, escuchar y darle voz.
Es la poesía fundamental la que se escribe con la vida en la vida: en la propia, y en la del otro, los otros, en quienes somos y quienes nos son. Nada puede sustituir ese ser en el otro y en uno mismo, ese anhelo de ser, esa experiencia. Mas somos también, a veces, el anhelo de reflejarlo en un papel, captar/eternizar ese instante, esa vivencia.
Nos decía María Zambrano – que tanto me ha acompañado en mi búsqueda del entendimiento y de la luz –que junto al tiempo y el espacio exterior existen el tiempo y el espacio interior, y tal vez constituya el sentido último de la poesía hacerlos aflorar a la superficie, volar hacia otras almas, eternizar el instante. Constituye al menos la mía un retrato, un intento de captación, de eternización de ese espacio y ese tiempo interior. Y es por ello que mi poesía publicada como un mundo, una geografía poética se estructura – en buena medida reunida en Mundo. Una geografía poética, y de la que Guía poética de Albania y Estilites d’Andorra / Estilitas de Andorra forman parte. Tiempo interior: momentos, instantes o eternidades que se nos quedan dentro, en que nos sopla el alma, nos viene la inspiración, que duran toda la vida y se nos quedan dentro, o salen afuera, como si la mano del artista fuera la del zahorí, para plasmarse en el poema, el cuadro o la sinfonía en el papel, el lienzo o la partitura en blanco.
Nos dice Octavio Paz en La otra voz:
“la poesía es la otra voz. Su voz es otra porque es la voz de las pasiones y las visiones; es de otro mundo y es de este mundo, es antigua y es de hoy mismo, antigüedad sin fechas… Todos los poetas en esos momentos largos o cortos, repetidos o aislados, en que son realmente poetas, oyen la voz otra. Es suya y ajena, es de nadie y de todos…
… La otra voz no es la voz de la ultratumba: es la del hombre que está dormido en el fondo de cada hombre…”
Y a veces la escuchamos, siquiera sea por un momento despierta ese hombre que en nuestro fondo duerme o dormita, y escribimos los que nos dice o a través de nosotros escribe en el papel en blanco que deja de serlo. Y se alumbra o refleja en él esa otra vida en esta vida, ese otro mundo en este mundo. Y sabe más a vida la vida, y es más cierta, y más verdadero el mundo. Y soy yo más yo, y tú más tú, y nosotros más nosotros. A veces intuimos que nos quiere hablar, que otra voz susurra o grita allá adentro, nos llama o nos dice. A veces pasamos de largo, tenemos prisa y nos arrastra con ella nuestro personaje a otro lado, no la escuchamos o le respondemos que otro día será. A veces nos paramos, dejamos que nos salga de dentro, o hacia dentro navegamos hasta oírla del todo. A veces nos puede, nos inunda, nos detiene, nos dicta y no calla hasta haber fluido todas sus palabras sobre el papel en blanco. A veces sospechamos que somos en realidad ese hombre, y que es el mismo hombre que somos todos. Que, como nos dijera Borges, es al otro, a Borges, al que le pasan las cosas. Queremos ser ese hombre, esa mujer. Queremos ser sidos él. Queremos ser del todo. Queremos ser nosotros. Queremos ser.
Queremos que ese hombre despierte, o queremos despertarlo y recurrimos para ello a la poesía. A leerla, o a escribirla. Pues nos habla con la vida, y nos habla con ella. Nos guía la poesía del otro, escrita en el papel o en la vida, a ese hombre dormido en el fondo de cada hombre, y a veces lo despierta en el nuestro. La escribimos porque escuchamos su voz, con la esperanza de que nos ayude a no olvidarnos de lo que nos dijo y tal vez no vuelva a decirnos, y con la esperanza de que pueda despertar al leerla al hombre dormido en otros hombres, como en nosotros lo ha despertado la lectura de otros poetas.
A veces serán reflexiones, diálogo peripatético del ser humano, un ser humano, este ser humano, con el tiempo, su tiempo, por utilizar la definición de la Filosofía de Machado en Juan de Mairena. Y con el otro, los otros, los demás seres humanos, en la aventura común de hacer del individuo persona. Requiere ese diálogo de otro tiempo, otro ritmo. Otro caminar. Pues la Filosofía, el pensamiento, la reflexión, es camino que se hace al andar, diálogo peripatético con uno mismo o con el otro. No es esa revelación torrencial, vivencial, automática e impetuosa de la poesía en que el alma se hace presente. Con la que habla el corazón y nos expone las razones que la razón no alcanza. Sino, más bien, la conversación de la razón, del espíritu en el sentido a que él se refería Pascal, el fruto del proceso de la mente que reflexiona y piensa sobre lo vivido, busca respuestas a las preguntas de la vida. Y a partir de esas preguntas, esa mirada a la experiencia, esa reflexión sobre lo vivido, deja a la luz de la razón, del entendimiento, alumbrar las palabras en un intento de explicar y explicarse. Un intento, un ensayo, a la manera en que diera vida al género Michel de Montaigne.
A veces será un compartir de lo recibido en otras cartas en otras botellas que a nuestra orilla nos llegan y que, al leerlas, creemos que vale la pena que a otros lleguen, a otros digan lo que a nosotros nos dicen, tal vez acompañadas de nuestras reflexiones por ellas suscitadas.
Siempre, un acto, un mensaje de esperanza, como lo es el hecho de lanzar al mar la botella con la esperanza de ser más allá de la isla que somos, de ser no tan solo ésta. Esperanza de ser península, de ser del todo, de seguir siendo, de ser más plenamente nosotros. Pues cada vez que la lanzamos suena en nosotros la voz de Mercedes Sosa cuando canta
¿Quién dijo que todo está perdido?.
Yo vengo a ofrecer mi corazón…
Nada está perdido, si venimos a ofrecer nuestro corazón, y dejamos que la fuerza del amor guíe los pasos de la vida, y confiamos en ella. Aunque
No será tan fácil
ya sé qué pasa
no será tan simple
como pensaba
como abrir el pecho
y sacar el alma…
si ofrecemos nuestro corazón con ademán esperanzado, con voluntad inalterable, con pasión de vivir y de contagias pasión por la vida, de celebración de la inmensa dicha de estar vivo, a la que Mercedes Sosa – o Luis Eduardo Aute, tan presente estos días en que nos ha dejado, o tantos otros – da voz a nuestro canto.
…como un documento inalterable
yo vengo a ofrecer mi corazón
Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquila, me iré despacio,
y te daré todo, y me darás algo,
algo que me alivie un poco más.
Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y hablo de países y de esperanzas,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo de cambiar ésta nuestra casa…
Sigue sonando la canción de Mercedes Sosa, y yo también quiero hablar de esperanzas, de cambiar esta nuestra casa. Habrá que pensar tantas cosas de un modo distinto, hacerlas de un modo distinto. Y no conformarse solo con la prosa de la vida, sino buscar también su poesía.
Cartas en la botella: esperanza en la botella. Esperanza de que a ti lleguen y seamos ambos península, siquiera sea la eternidad de un instante, seamos el nosotros que somos todos, y al tiempo (no podría ser sino al tiempo) el ser humano que somos cada uno, cada una, y que no somos del todo sin serlo todos del todo. Como si nos faltara media vida al no serlo.
Se configura así este espacio en mi web como una ventana al mar de la web en el que navegamos todos, como lo fue el blog Ideas subyacentes que entre Mayo de 2012 y Julio de 2014 publiqué en elpais.com, sus entradas cartas en la botella sobre tantas cosas que quise y sigo queriendo decir, a las que os remito y que de alguna manera estas ahora continúan, como también lo son todos los libros y escritos en esta web reflejados. Una ventana al mundo, orilla de la que parte para llegar a la tuya, para entrar en tu mundo. Cada vez que cliques en ellas podemos desconfinar el tiempo, podemos dejar de ser la isla que somos, podemos ser un poco más y mejor lo que podemos llegar a ser.
Manuel Montobbio
Estrasburgo,
lunas inspiradas
por el tiempo confinado
de dos mil veinte