Quien se acerque al Palau Robert en Barcelona puede visitar, desde que se inauguró en Septiembre, la exposición El Ciervo. 75 anys de pensament i cultura / El Ciervo. 75 años de pensamiento y cultura con la que El Ciervo celebra y conmemora su setentaicinco aniversario. Tendrá ocasión, al recorrer sus diferentes secciones – 75 años de una revista improbable; una apuesta por el humanismo, la democracia y el progreso; censura y libertad de expresión; la decana de las revistas culturales – de volver la vista atrás y asomarse al cómo y al qué de esta revista improbable – como la calificara Lorenzo Gomis en el número con que, en 1986, conmemoró su 35 aniversario, y en el que se publicó el dossier “Europa, ya desde dentro”, que coordiné con las contribuciones de algunos compañeros que habíamos estudiado ese año en el Colegio de Europa en Brujas -, mas también y al tiempo al por qué y al para qué. Realizará quien la visite un viaje en el tiempo, a través de estos setentaicinco años transcurridos desde que, a mediados de 1951, viera la luz el primer número de El Ciervo por iniciativa de un grupo de jóvenes católicos inquietos que se hacían preguntas y buscaban respuestas, querían abrir ventanas, que soplaran aires y vientos nuevos en la Iglesia, en España y en el mundo. Un viaje en la forma - reflejado en las portadas que en orden cronológico cubren las paredes, en las que El Ciervo va actualizando su fisonomía - y en el contenido - que refleja los acontecimientos, los debates y las conversaciones que han marcado nuestro acontecer e imaginario colectivo. Viaje, también y como reflejan las secciones en que se estructura, a los orígenes y evolución; a la apuesta por el humanismo, la democracia y el progreso; a la experiencia de la censura, tanto civil como eclesiástica, que culminó con el asalto a su redacción el 4 de Julio de 1973 por un grupo de ultraderecha denominado V Comando de Hitler, objeto de amplia cobertura por los medios internacionales; a sus amigos y su espíritu colectivo, reflejado en quienes lo han hecho y han encontrado acogida en sus páginas; y a su condición de decana de las revistas culturales, la que más tiempo continuado y números lleva en España, con una interesante reflexión a varias voces – a través de videos de entrevista a varias personalidades referenciales – sobre el papel, sentido, propósito y función de las revistas culturales y su aportación a la sociedad, en general y particularmente en el caso improbablemente único de El Ciervo.

Viaje, en mi caso y en el de aquellos que como autores o lectores o en otra perspectiva haya estado o esté presente El Ciervo en sus vidas, de la vida. La vida de El Ciervo a través de nuestras vidas, de nuestras vidas a través de la de El Ciervo. Y de la vida, el anhelo del que venimos. Como en una mirada desde fuera de lo vivido desde dentro, la aventura colectiva de la que la experiencia personal es parte, ahí estaban, entre las portadas de los primeros años, la España rosa de mi tío, José Ignacio “Nacho” Montobbio Jover, y la entrevista a La Pira y la crónica desde Roma de la fumata blanca de la elección de Juan XXIII de mi padre, Juan Manuel Montobbio Jover, o sus imágenes en las fotografías del grupo de los fundadores y hacedores de la revista en sus primeros años. Ahí, también, las de tantos números en que he colaborado desde la publicación de mi primer artículo en Enero de 1981.




No constituye el propósito de estas líneas sobre la exposición servir de introducción al relato de mi experiencia y reflexión sobre El Ciervo, pues ya ha sido ésta objeto del artículo “Liberar a El Ciervo”, publicado con ocasión de su setenta aniversario, y de “Ochocientos ciervos recorren Europa”, publicado en su número 800, ambos objeto de otras cartas en la botella a las que me remito. Doble es el propósito de ésta: por un lado, animaros a visitar la exposición, que se ofrece hasta el 18 de Enero en Barcelona, y posteriormente en Madrid; por otro, a mirar hacia delante desde esa mirada hacia atrás, en el horizonte de los próximos veinticinco años, el del centenario de El Ciervo.
Pues esa conmemoración de los setentaicinco años no se refleja sólo en la exposición, sino también en el número especial de Septiembre-Octubre, el 813, dedicado precisamente a mirar hacia delante, a preguntarse y preguntarnos por los retos y corrientes que afrontaremos en la navegación de los próximos veinticinco años. Al tiempo que acompaña al número de revistas complementarias que recorren esos 75 años en El Ciervo y sus temas, El Ciervo y la ilustración, El Ciervo y la poesía y El Ciervo y sus premios, así lo hace con el dossier Horizonte 2050, en el que da voz a las generaciones en el primer bloque “El mundo en sus manos”, nos aproxima a lo que sabremos del universo en el tercero, y acoge en el segundo el ensayo que me solicitó sobre los grandes vientos, retos y corrientes que, en los próximos veinticinco años, afrontamos en la navegación de la nave espacial Tierra en la que viajamos todos, ofreciendo un recorrido por los retos de la construcción de la gobernanza global para afrontar las transiciones múltiples demográfica y social, climática, tecnológica y de desarrollo, que hagan posible la viabilidad de la humanidad y del planeta; por la aproximación y pulsión geopolítica que determina hoy en buena medida el funcionamiento del sistema internacional y las estrategias de sus actores; por el (re)ascenso global de China; por la construcción europea; para concluir con unas consideraciones sobre los paradigmas subyacentes, la universalidad, el nosotros y el poder y sobre el orden internacional y la gobernanza global en la encrucijada, formulando unas preguntas para El Ciervo y desde El Ciervo que ese horizonte 2050 nos plantea. Un ensayo que he titulado El escrutinio del gaviero, pues como éste escrudiña el horizonte a navegar. Junto a la invitación a visitar la exposición, como carta en la botella que lanzo al mar de la web os invito a leerlo a continuación en este final y principio de año, con el deseo de que contribuya, en el tiempo que viene, a orientarnos en la navegación de la vida, de la humanidad y del planeta.
Manuel Montobbio
Helsinki,
San Esteban 2025
EL ESCRUTINIO DEL GAVIERO
Sicut cervus fontes aquarum…
Así como busca el ciervo la fuente de las aguas, así como busca el alma, nos preguntamos, al celebrar El Ciervo su setentaicinco aniversario, por los retos, los vientos y corrientes que deberemos afrontar en la navegación de la nave espacial Tierra en la que viajamos todos en los próximos veinticinco años, digamos en el horizonte 2050. Con la conciencia de que la niebla de la guerra puede impedirnos ver más allá, de que vivimos en el tiempo en que lo viejo no ha muerto del todo y lo nuevo está por nacer, una encrucijada en que, como nos señala Amin Maalouf en Les identités meurtrières, “para el ser humano, el destino es como el viento para un velero. El que está al timón no puede decidir de dónde sopla el viento, ni con qué fuerza, pero sí puede orientar su propia vela. Y eso supone a veces una enorme diferencia. El mismo viento que hará naufragar al marino inexperto, o imprudente, o poco inspirado, llevará a otro a buen puerto”. Escudriña desde lo alto del mástil el gaviero el horizonte y trata de captar los vientos y las corrientes, los icebergs y las rocas, vislumbrar las islas y los puertos para ayudarnos en la navegación. No podemos prever las corrientes, las tormentas y los vientos que encontraremos en ésta; mas sí interpretar el Zeitwende, el espíritu del tiempo en que vivimos, sí plantear las preguntas desde las que acometer nuestra navegación, el horizonte hacia el que navegar, las ideas, valores y principios que la inspiran, la búsqueda del alma – universal, colectiva, individual – en nuestro viaje por la vida. Y desde esa búsqueda, desde esas preguntas, esa inspiración, valorar los escenarios, actores y factores de la Historia que hacemos, la obra que interpretamos en el Gran Teatro del Mundo. Afrontando siempre el reto de mantenernos a flote; con la conciencia, sin embargo, de que navegar no es flotar.
Nos hablaban los clásicos del Gran Teatro del Mundo. Nos invita Gracián en El Criticón, de la mano de Critilo y Andrenio, a visitarlo en sus escenarios, escenas y episodios, como de un modo u otro han intentado e intentan describirlo tantos escritores. Si éstos intentan describirlo en el papel, todos intentamos escribir con la vida en el mundo y en la vida. Escribir esa obra colectiva que llamamos Historia y queremos nuestra. Toda vida en sociedad interpreta una obra colectiva; y de algún modo todo debate político es un debate sobre los papeles y el argumento de la obra. Nos decía María Zambrano que el hombre es el único ser que no solo padece la Historia, sino también la hace; y en ese hacer, en ese querer hacerla, radica en buena medida su esencia y se cumple su ser. Y que ha querido al hacerla, realizar en ella ideas y creencias; y que mientras las creencias nos orientan hacia el pasado, las ideas lo hacen hacia el futuro, y lo adelantan. Se nos plantea la pregunta, las preguntas, no sólo sobre los actores y su papel, sino también sobre la obra y su argumento, sobre el Teatro y sobre el mundo.
Es la nuestra, como nos decía Simone Weil en L'enracinement, un alma enraizada, entre otras cosas en la propia tradición de pensamiento y cultura. Si están nuestras raíces conectadas a su tierra, buscan nuestras ramas encontrarse en el cielo con nuestra común condición humana y con el alma universal. Nos decía también que, más que derechos humanos, tenemos obligaciones humanas de cuidado de nuestra alma, nuestra dignidad humana. Y nos señalaba en La Ilíada o el poema de la fuerza que el ejercicio de ésta destruye tanto el alma de quien la sufre como el alma de quien la ejerce. Nos dice en su búsqueda El Ciervo que no dañemos, sino cuidemos el alma, la armonía en entre el alma individual, el alma colectiva y el alma universal, y nos pregunta por la paz que queremos, que tenemos que construir en el mundo, frente/ante/con el otro, el nos=otros en que podamos ser nosotros mismos. Y se plantea por ello este gaviero en su escrutinio de las corrientes y los vientos que pueden condicionar nuestra navegación una aproximación en clave de gobernanza global desde la perspectiva de la nave espacial Tierra destino futuro, una aproximación geopolítica desde el patio de los mayores, la consideración de cuestiones fundamentales como el (re)ascenso global de China, como la construcción europea y como los paradigmas subyacentes, la universalidad, el nosotros y el poder, para concluir con la del orden internacional y la gobernanza global en la encrucijada y las preguntas y reflexiones que en su búsqueda a El Ciervo se plantean.
En la nave espacial Tierra destino futuro: una aproximación en clave de gobernanza global
Estamos todos – querámoslo o no, seamos o no conscientes de ello – viajando en la nave espacial Tierra destino futuro, en la que todo está interrelacionado, y afrontamos el reto de su navegabilidad y navegación, de la supervivencia y vivencia de la humanidad y del planeta. En la era de la globalización de la sociedad de la información, marcada por la interrelación entre las transformaciones tecnológicas y las sociales, por la digitalización y la inteligencia artificial, para esa navegabilidad y navegación afrontamos el reto de construir y gestionar una gobernanza global que nos permita procurar los bienes públicos globales y afrontar las transiciones múltiples que se nos plantean en el ámbito demográfico y social, de la igualdad de género y de la emergencia y decadencia de las clases medias según los casos; en el del desarrollo sostenible; en el del cambio climático, la contaminación y la biodiversidad y la transición ecológica y energética; en el tecnológico, digital y de la inteligencia artificial. Nos encontramos para ello ante un shock de oferta, pues esas transiciones requieren, para mantenernos en los niveles de viabilidad y bienestar, de una inversión extraordinaria hoy para que las generaciones venideras sigan disfrutando, viviendo como nosotros la vida y el planeta, como se ha planteado en la Conferencia de Naciones Unidas de Financiación para el Desarrollo en Sevilla. Nos hemos venido dotando, además del “compromiso de Sevilla”, de un gran contrato social para el futuro de la humanidad, reflejado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030, y un gran contrato social para el futuro del planeta, reflejado en el Acuerdo de París alcanzado en la COP21 y desarrollado en las que le han sucedido, de una visión y un Pacto del Futuro desde las Naciones Unidas, de análisis y hojas de ruta para acometer esas transiciones y propuestas para la gobernanza de la inteligencia artificial y de otros grandes retos definidores del futuro de la humanidad y del planeta. Del sistema de Naciones Unidas, de organizaciones internacionales regionales y sectoriales, o del G7 y el G20, los BRICS y otros mecanismos de concertación que contribuyen a la gobernanza global, conformando un sistema internacional que afronta el reto de articular ésta. Un sistema de gobernanza multinivel al que contribuimos desde los estados en el ámbito multilateral desde la doble perspectiva de la defensa de nuestro interés nacional y de la de la co-conducción de la organización internacional y la realización de su fin, función y propósito. Un sistema que produce normas, sean éstas hard law o soft law, define horizontes en la navegación, estándares compartidos para la actuación de los estados – contribuyendo a su realización en el ciclo standard setting - monitoring- cooperation - y hojas de ruta para ésta. Normas, estándares, como las lianas con las que los liliputienses atan a Gulliver: ninguna suficiente, mas entre todas con potencialidad condicionadora del Leviatán, los leviatanes que pueblan la Sociedad Internacional. Soplan vientos cuestionadores del orden internacional liberal instaurado tras la Segunda Guerra Mundial. De cómo los estados contemplen el interés común y la responsabilidad compartida de la navegación y navegabilidad de la nave especial Tierra más allá de su posición relativa en ésta, de cómo acertemos en transformar el sistema internacional en un sistema de gobernanza global para ello, o al contrario evolucionemos hacia su fraccionamiento y la incapacidad creciente de seguir navegando, de cómo sepamos promover la dinámica de cooperación y gestionar la de confrontación presente o latente, de cómo sepamos concebir y construir la paz, depende en buena medida el sentido de nuestro viaje.
En buena medida, mas no sólo: afrontamos, también y al tiempo, el reto de dotarnos de ideas cimiento y cemento, fines a realizar en la Historia, construir en común universales comunes que eviten que los nosotros de nuestras identidades colectivas, de nuestras culturas y civilizaciones, se conformen como un nosotros frente o contra los otros, y nos permitan sintonizar con Radio Humanidad, la frecuencia común de nuestra humanidad compartida. Viejos y nuevos paradigmas e ideas sobre la paz, el desarrollo, la democracia y la organización y la legitimidad política, la diversidad cultural y la identidad. Afrontamos, así mismo, retos emergentes y definidores del tiempo interesante que nos toca y nos va a tocar vivir, como la polarización del poder, en el doble sentido del aumento de los polos y la tensión entre ellos, así como de su dilusión y el decreciente papel relativo de los estados en un sistema internacional del que son jurídica y políticamente actores; como la fragmentación creciente en pugna con la interdependencia de cadenas de suministro globales en un mundo cuyas transformaciones conllevan nuevas fuentes de energía y poder, de geopolítica, como los minerales y tierras raras; como las desigualdades crecientes y la pérdida de peso relativo de las rentas del trabajo en la renta global, de lo que nos habla Piketty, con lo que conlleva de ruptura del contrato social que fundamenta el Estado del bienestar, las transformaciones y transiciones demográficas, la emergencia de las clases medias en el mundo emergente y la redistribución geográfica global de éstas, con su desplazamiento hacia Asia Pacífico, como centro de gravedad del sistema internacional; como el ascenso de la política de la emoción frente a la política de la razón y de los populismos, la política identitaria y el discurso del odio, la erosión democrática y el reflujo autoritario, o la emergencia de centros y modelos políticos alternativos; la transformación global, de la política, de la sociedad y de la vida, que conlleva la inteligencia artificial; la no-paz de la que nos habla Mark Leonard y la “weaponization” de todo; la utilidad marginal de los estados, la resurrección de los imperios y los imperialismos, la emergencia de actores económicos que pueden controlar y controlan el poder político concebido para controlarles… Y tantos otros retos, tendencias y fenómenos que podríamos poner tras estos puntos suspensivos: de cómo sepamos afrontarlos, navegar sus corrientes y sus vientos, depende el horizonte y el mundo que describa y escriba El Ciervo cuando cumpla su centenario.
En el patio de los mayores: una aproximación geopolítica
Decía Josep Borrell como Alto Representante de la UE que Europa tiene que acostumbrarse a hablar el lenguaje del poder desde el planteamiento de su autonomía estratégica en la jungla más allá de su jardín, y reclamaba para ello una Europa geopolítica. Geopolítica: tal es la palabra referencial en la Literatura y en la conversación, en los intentos de comprensión y aprehensión del funcionamiento efectivo del sistema internacional. Si basa éste su conceptualización en la idea de equilibrio de poderes instaurado con el Tratado de Westfalia, y la propia idea de su conformación por potencias conlleva una visión geopolítica, de aproximación desde la perspectiva de los actores y sus dinámicas de interacción más que desde la del conjunto y su gobernanza global, la búsqueda de la hegemonía, la gran estrategia que marca el auge y caída de las potencias globales, el cuestionamiento y aspiración fundacional del orden internacional, la geografía como clave explicativa y las áreas de influencia y las narrativas (neo)imperiales o la maldición de Tucídides - según la cual el ascenso global de China conllevaría inevitablemente su confrontación con Estados Unidos - constituyen elementos utilizados para explicar cómo funciona el mundo en el patio de los mayores, por utilizar la expresión de Pol Morillas. El mundo en que los conflictos se resuelven por la fuerza – esa que nos decía Simone Weil que embrutece el alma de quien la sufre, y la de quien la ejerce – y retornan los “nunca más”, como estamos viviendo en Gaza, en Ucrania y otros escenarios. El mundo del (re)ascenso global de China, de la emergencia global de las clases medias y el incremento de las desigualdades, del desplazamiento del centro global hacia el Pacífico, en torno al estrecho de Malaca. El mundo en que Rusia sueña recuperar su Imperio y su pasado, en que la Historia construye relatos grandezas pasadas a las que se quiere volver. Nostalgia que alienta la actuación de Rusia en el Gran Teatro del Mundo, y también de otros. Como Turquía. Como los Estados Unidos del MAGA, cuestionador del orden internacional liberal cuya instauración determinó, y de alguna manera de Occidente como espacio de valores y principios compartidos. El mundo del ascenso reivindicante y cuestionador del Sur Global, que reclama papeles protagónicos y otros argumentos de la obra. Un mundo de suma cero. De personajes que no buscan autor, sino imponer su voluntad en la obra.
Un mundo, unos personajes que nos llevan a preguntarnos sobre ésta y sobre el Gran Teatro mismo, sobre si vamos a hacia un reequilibrio del sistema internacional para la acomodación de nuevos actores y factores de poder, o a su redefinición y reconfiguración transformadora, tal vez refundacional. Y en ambos casos, en qué sentido. Bien entra dentro de lo posible que la lógica la nave espacial Tierra se imponga en la evolución de los planteamientos y las acciones y asistamos a su transformación en un sistema de gobernanza global que nos permita llevar a cabo las transiciones múltiples que afrontamos. Bien entra también dentro de lo posible y probable, en la lógica del patio de los mayores, que se imponga el plurilateralismo y la fragmentación en un mundo de potencias neoimperiales y monólogos yuxtapuestos, en el que la sociedad internacional sea el mundo en el que defender lo propio más que procurar lo común, en el que se pierdan las perspectivas, los fines, los universales y los acuerdos y normas compartidos. No sabemos si Estados Unidos seguirá siendo la luz en la colina que alienta el sueño y el anhelo de la democracia y los valores de un Occidente compartido, mas sí que el ascenso global de China y otros factores señalados conforman un mundo policéntrico que nos plantea el reto de construir en común la universalidad común, y a los europeos el de contribuir a ello desde nuestro propio centro, principios y visión civilizacional.
Dura es la ley de la selva, dura la vida en el patio de los mayores en la que tenemos que aprender a vivir y sobre vivir. Que afrontamos entre todos el reto de convertir, gracias a nuestra propia maduración y evolución, en el campus de la Universidad.
Del (re)ascenso global de China
¿Ascenso global, o retorno a la centralidad que, salvo un breve paréntesis, ha definido su posición en el mundo?. Tiene este ascenso o retorno una dimensión económica y geopolítica, mas también una paradigmática, civilizacional y cultural, de conformación, en definitiva, de un mundo policéntrico, interpretable desde cosmovisiones distintas.
Cosmovisiones reflejadas en la concepción de la política y del mundo. De la política, pues frente a la polis en que vivimos desde La República de Platón y la Política de Aristóteles - que conlleva, necesariamente, otras polis y la relación entre ellas, la distinción entre política interior y exterior -; vive la tradición china en la Tianxia que Confucio, Mencio, Mozi, Xunzi o Huanfeizi concibieron como la unidad de gobierno natural de los seres humanos. Tianxia: todo bajo el cielo, seres que bajo él habitamos. Lo que tiene como corolario que la labor y reto del pensamiento y la acción política sea la de superar los gobiernos o unidades políticas territoriales para desde ellas construir o contribuir al gobierno de todo bajo el cielo, y el orden natural de las cosas fuera la existencia de un Gobierno mundial junto y sobre los gobiernos territoriales. Del mundo, como refleja el proceso de búsqueda y propuesta para la reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales que ha tenido lugar en China, que recurre a la obra de las grandes figuras de la Filosofía política china anterior a la unificación Qin y a Las estratagemas de los reinos combatientes para extraer conceptos útiles para la formulación o reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales, desarrollada, en función de su relación con la Teoría de las Relaciones Internacionales elaborada en Occidente, en los enfoques anverso, reverso e interactivo, que recurren respectivamente a un sistema conceptual chino, a ésta o a un diálogo intercultural que aplica simultáneamente marcos conceptuales autóctonos y extranjeros; y que cuentan respectivamente con las figuras y teorías referenciales de Zhao Tingyang, Yan Xuetong y Qin Yaqin, que explico en mi libro Ideas chinas, al que remito al lector interesado. Ideas útiles para la comprensión y aprehensión del sistema internacional, como las aportadas desde el mudo académico chino en otras ciencias sociales y ámbitos de conocimiento, concreción del paso de los “valores asiáticos” que proclamara Lee Kwuan Yew en reacción a la globalización unipolar a las ideas asiáticas. Y sin embargo, no basta con conocer y dialogar con las ideas, sino que la centralidad de China, cuya alma está enraizada en una tradición, una trayectoria civilizacional distinta, el mundo policéntrico en conformación, nos requiere para su comprensión y aprehensión ir más allá, hasta los paradigmas subyacentes y el lenguaje-pensamiento.
Más allá, en el plano de la construcción de la legitimidad política y de la relación entre ideas y poder. Ideas que a su vez reflejan metaideas y paradigmas subyacentes, a los que procede aproximarnos en el qué y en el cómo. Qué de la legitimidad, el poder y la vida en sociedad, desde la contraposición como sujeto colectivo entre la Tianxia y la polis, a la idea de República o las relaciones entre legitimidad y representación y democracia, o entre ésta, la economía y el mundo. Cómo a repensar a la luz de las lecciones que nos ofrece la Controversia de los Ritos, ese intento único de Matteo Ricci y sus sucesores jesuitas de compatibilizar la cosmovisión cristiana y occidental con la china.
Más allá todavía, rompiendo la cuerda invisible que nos mantiene atados a nuestra lengua-pensamiento, para pensar lo impensado, para pensar/repensar los conceptos fundamentales de nuestra Filosofía, nuestro pensamiento, a la luz, contraluz o contrapunto/perspectiva del pensamiento chino; y a partir de ello repensar, pensar sobre el tronco en que se asientan esas ramas, el fundamento último del sujeto frente a la situación, la verdad frente a los recursos de sistemas de pensamiento, las prisiones o condicionamientos del lenguaje desde el que pensamos y aprehendemos y expresamos el mundo y la vida, la construcción en común de la universalidad común, la concepción misma de la universalidad.
No se trata de pasarnos de una a otra lógica, inscribirnos en una línea de pensamiento en lugar de en la otra; sino de tomar una distancia, hacer un desvío, poder desde ella contemplar nuestro propio lenguaje-pensamiento, ponerlo en tensión; y desde esa tensión, en esa tensión, pensar lo impensado, desviarse del terreno balizado de nuestra propia tradición filosófica y cultural, apartarnos del camino y adentrarnos en el bosque, sondear lo no sondeado, explorar lo inexplorado. No podemos salirnos de nuestra propia lógica, de nuestro lenguaje-pensamiento, sin entrar en otra. Como podemos hacer con la china. Como podemos hacer con otras. Ni se trata, tampoco, de renunciar a la universalidad, sino de concebirla de nuevo: no como aquellos conceptos de una cultura o civilización que se universalizan, que se imponen a otros, o los substituyen; sino como lo común que conjuntamente buscamos en el fondo de cada cultura y lenguaje-pensamiento, en ese fondo de entendimiento común a lo humano que en el diálogo entre nuestros respectivos recorridos podemos descubrir o construir. Ni se trata de renunciar a la antropología clasificatoria de las diferencias de cada grupo, cada sociedad; sino adentrarse al tiempo en la Filosofía del distanciamiento, del desvío, desde afuera, para cada uno desde esa tensión, en ese entre, hacer crecer nuestras ramas para que se encuentren en el cielo, para aprender desde ellas a mirarlo y descubrirlo, a ver lo que hasta ahora no sabíamos ver. De pensar, frente al espejo del lenguaje-pensamiento del otro, lo que frente al nuestro no podemos o sabemos pensar. De no concebir cada cultura o civilización como un sistema cerrado cuyo guion para siempre escrito interpretamos, que nos exige una identificación identitaria; sino como uno de los recursos, de las fecundidades posibles que la evolución humana pone a nuestra disposición para ir más allá. En este mundo globalizado, en esta aldea global, podemos por vez primera ver todos los árboles del bosque, ver y vivir el bosque desde cada árbol, recorrer como savia cada uno desde las raíces a las ramas y, enriquecidos por esa experiencia, desde esa experiencia, avanzar hacia el cielo, y al tiempo hacernos conscientes del bosque por encima de los árboles. Únicamente desde otro árbol podemos ver el nuestro. Únicamente tras haber viajado, experimentado la savia del otro, podremos ver del todo el bosque. Únicamente desde la distancia, en la distancia, podremos alcanzar lo común, en el cielo encontrarnos, pintarlo tal vez.
Puede cumplirse la maldición de Tucídides si pensamos como Tucídides, en términos de tesis-antítesis-síntesis; mas no necesariamente si, como en la tradición china, convive el yin con el yang, co-tesis que conviven e interactúan armónicamente, y eventualmente se trascienden en una universalidad o paradigma superior. De cómo afrontemos todos ese (re)ascenso global o retorno, esa centralidad de China, este mundo policéntrico, depende el mundo que verá El Ciervo al cumplir su centenario.
De la construcción europea
Es la construcción europea una idea realizada en la Historia, fruto de la alquimia de la transformación de la memoria de la guerra en la esperanza de la paz, de la encarnación de esa Europa en construcción. Una visión alumbrada, e iluminadora de nuestro caminar. Realizada en la Unión Europea, en el Consejo de Europa, en el contrato social europeo y los principios e ideas que lo inspiran, en el alma de Europa.
Se construye Europa hacia fuera, y se construye hacia dentro. Es, desde la perspectiva internacional, un actor internacional en construcción, y por ello en cuestión. Bien podemos, al volver la vista atrás, contemplar la Europa construida sobre los cimientos del Consejo de Europa y el edificio de la Unión Europea, en la institucionalidad y la comunidad de Derecho que supone, con la posibilidad de acceso de los ciudadanos frente a los estados al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el mercado único y las políticas comunes, el espacio de justicia e interior, la ciudadanía europea, el euro y las relaciones exteriores y la actoría internacional de la UE. Bien podemos, al mirar hacia delante, señalar el carácter decisivo de la conformación de la autonomía estratégica de la Unión Europea y de su dotación de capacidades de defensa, o de conformarse en instrumento y actor para acometer las múltiples transiciones que afrontamos. Bien podemos también, al mirar hacia el mundo en el horizonte 2050, afirmar el carácter determinante de la conformación y consolidación efectiva de la actoría internacional de la Unión Europea para el futuro del orden internacional y su transformación y evolución, y el de Europa y los europeos. Mas también señalar que en esa construcción hacia dentro soplan también los vientos y corrientes que soplan afuera – de los populismos, de la política de las emociones frente a la de la razón, de la monarquía del miedo y los discursos identitarios que culpabilizan y deshumanizan al otro-, que Europa es al tiempo idea, actor y escenario. De nosotros dependen las ideas. Nos decía María Zambrano que somos individuo que se transforma, se quiere en persona: de nosotros depende el nosotros, la persona que lleguemos a ser. Es Europa hija de la Ilustración, y desde la Revolución Francesa las ideas de libertad, igualdad y fraternidad guían nuestro caminar en la Historia. Si las de libertad e igualdad han estado especialmente presentes en la de los siglos XIX y XX, tal vez sea la de fraternidad la gran ausente y al tiempo el gran llamado a realizar en este siglo XXI, la determinante de su ser o no ser.
“Ya hemos hecho Italia: ahora tenemos que hacer italianos”: se atribuyen a Massimo d’Azeglio estas palabras tras la unificación italiana, que bien podríamos dedicar hoy a Europa. No tanto tenemos que hacer, sino tenemos que hacernos europeos. Cada uno, cada una. Se escribe Europa en prosa, y se escribe en verso. Se construye con la razón, con el espíritu – el espíritu de las Leyes, las luces de Las Luces -, y se construye con el corazón, se construye con el alma. Se construye en el nosotros, y se construye en el yo. En Europa, y en el mundo. En la política; y en la cultura, como nos reclama también en sus memorias Jean Monnet. Nos decía Kant que el hombre es el único ser que se trasciende a sí mismo. De ese trascender, ese ir más allá y al tiempo más adentro, esa aspiración de la dignidad y la condición humana, ese anhelo de paz y de realización de los valores, los principios y las ideas que en la Europa asolada por la guerra nos llevaron al Congreso de la Haya, y de ahí a la creación del Consejo de Europa y de la Unión Europea, está hecho el impulso que nos lleva a seguir en el camino, el argumento de la esperanza que queremos hacer presente. Hacernos europeos es hacernos personas, y ello nos lleva más allá de Europa, más adentro de lo europeo, a nuestra común condición humana, al alma universal compartida.
De los paradigmas subyacentes, la universalidad, el nosotros y el poder; y del orden internacional y la gobernanza global en la encrucijada. Preguntas para El Ciervo
Nos lleva el camino recorrido a la consideración de los paradigmas subyacentes, de la universalidad, del nosotros y del poder. Del lenguaje-pensamiento y las cosmovisiones que conlleva, como hemos visto en la aproximación a China, donde la idea misma de Dios no ha nacido – y con ello tampoco el tú, la dicotomía entre la creador y lo creado, el Génesis y el Apocalipsis entre los que, con su sentido sacrificial, transcurre la Historia -, y todo fluye inmanente en el Tao, en la centralidad del Zhiongyang abierta frente a la dicotomía de los extremos, la interacción mutuamente transformadora entre el yin y el yang frente a las contraposición tesis-antítesis-síntesis que nos pudiera llevar a pensar que la Historia pueda tener fin. La Historia retorna, y la geopolítica también.
Nos lleva a repensar la universalidad, la identidad, la cultura y los espejos en que nos contemplamos en el Callejón del Gato, y a preguntarnos por la salida. El nos=otros de la humanidad y del planeta, como nos planteaba el Papa Francisco en sus Laudatio si y Fratelli tutti. Nos plantea, también, el reto de repensar las ciencias sociales y sus paradigmas subyacentes, desde el etnocentrismo de la Teoría de las Relaciones Internacionales a las externalidades de la Teoría Económica. De asumir el policentrismo del mundo en que vivimos. De comprender las mutaciones del poder y su qué, quiénes, cómo, por qué y para qué. De repensar, en definitiva, nuestro pensamiento, nuestra Filosofía, que es, como nos señala Steiner en The Poetry of Thought, un tipo de narrativa, de relato explicativo; mas no el único posible. Se nos plantea el reto de construir una metanarrativa o de la comprensión mutua de las diferentes narrativas posibles. No sólo vamos a un mundo policéntrico, sino también y al tiempo polinarrativo. Reto de llegar a una teoría, un discurso, una visión común de los retos y necesidades de la navegabilidad y navegación de la nave espacial Tierra destino futuro desde las diferentes narrativas posibles y sus ritos. De construcción de orden político interno y su gobernanza y del orden internacional y la gobernanza global sobre la base de la idea de la legitimidad y la acción compartida. Pues sólo desde ella podremos verdadera y efectivamente afrontar su navegabilidad y navegación. De no plantearnos la Tianxia y la polis como contrapuestas, sino complementarias. De asumir que la democracia es una de las vías de legitimidad y organización política de la polis, mas no la única – en Occidente y más allá -, que siempre está en construcción, y puede avanzar y retroceder. Y las lecciones de la Controversia de los Ritos. De asumir, así mismo, la realidad geopolítica y sus dinámicas y pulsiones.
Muchos otros serán los vientos, actores y factores que en sus páginas acogerá El Ciervo en su navegación horizonte 2050. Otras pueden ser también las preguntas planteadas; mas ciertamente de cómo sepamos navegar la nave espacial Tierra, comportarnos en el patio de los mayores y transformarlo en campus de Universidad, gestionar el (re)ascenso global de China y construir Europa, responder las cuestiones en estas páginas planteadas.
¿Quién dijo que todo está perdido?. Yo vengo a ofrecer mi corazón… Suena dentro de este gaviero la canción de Mercedes Sosa al lanzar la última mirada en este escrutinio para El Ciervo entre la bruma del mundo que envejece y el que no acaba de nacer. Con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, demos la vuelta a los ojos y dirijámosla alma adentro, donde se encuentra la fuente de las aguas que busca El Ciervo, que buscamos todos. Las respuestas no están sólo en los otros, no están sólo en el mundo, no están sólo en el nosotros. No están sólo en las acciones, las ideas y las palabras, sino también en las actitudes. Están, también, en cada uno, en cada una, están en el yo, en la persona que queremos ser. Están en la no resignación, en la poesía y en el amor. Están en la esperanza, que nos lleva al conocimiento y a la acción, a la poesía y a la vida, al nosotros y a la política. En la esperanza que busca su argumento, y en el argumento de nuestra esperanza. Están en intentar vivir, en querer vivir, en la confianza en la vida, la confianza en que, como nos señala el I Ching, “la vida engendra la vida / nunca habrá fin”.
Manuel Montobbio