En la Luna poética organizada por el Instituto Cervantes de París el 23 de Abril de 2004, Día de Sant Jordi y del Libro, aniversario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, Manuel Montobbio explica y recita su poemario Jerusalén, parte de la geografía poética reunida en su libro Mundo. Una geografía poética.
Inspirado por un viaje a Jerusalén en Diciembre de 2009 y escrito con el ánimo de captar el alma y la eternidad de la ciudad, Jerusalén se compone de cinco poemas como una melodía en tres movimientos. El primero, "Más fácil", basado en la cita evangélica de que "más fácil que un camello pase por el ojo de la puerta de Jerusalén que que un rico entre en el reino de los cielos", es un poema de entrada, que nos pregunta por lo difícil, por el amor, por la paz y la esperanza con las que queremos entrar en Jerusalén. "Aire de Jerusalén", "Tiempo de Jerusalén" y "Sueños de Jerusalén" responden a la aspiración, el anhelo de captar el alma de Jerusalén. "Aire de Jerusalén" que nos pregunta por qué no es aire sino llanto el de Jerusalén, sin olvidar doquiera los seres humanos hacemos del aire llanto, nos preguntemos por qué y para qué, hasta desterrarlo para siempre de nuestras venas que añoran la sangre de la vida, la sangre del amor, la sangre del corazón que riega las almas y la paz interior y exterior. "Tiempo de Jerusalén", donde no pasa el tiempo, sino la eternidad; ni es futuro / el futuro, sino pasado / que se repite, / pasado / que se eterniza... Siempre es tiempo de Jerusalén, y es el siempre su tiempo. "Sueños de Jerusalén" que nos preguntan qué vamos a soñar por Jerusalén, y al tiempo nos invitan a recorrer el camino que nos ha llevado hasta ellos, a la luz de lo vivido más que nunca quisiéramos que "que el amor /se pasea / por sus calles / y a sus dos mitades / se unen / en un largo beso / sin fin" no fuera sólo un sueño, que se hiciera realidad ese sueño que "sueña Dios / en la paz / de su ciudad", que no llevaran a esta realidad los sueños de Jerusalén. A veces hablan los árboles al poeta, especialmente si tienen milenios de Historia vivida que contar, como es el caso del olivo más viejo del huerto de Getsemaní. A veces tal vez nos vean de manera distinta y mejor de lo que a nosotros mismos nos vemos, y se hagan y nos hagan las preguntas que no nos hacemos. A veces al dictado reproduce el poeta su voz en un poema que ambos escriben con la esperanza de que otros la escuchen, aprendan a escucharla, a entenderla. La poesía es diálogo con la naturaleza, con la vida, con el mundo, con uno mismo en ellos reflejado, siempre en busca del alma. Tal fue el caso de los olivos del huerto de Getsemaní en el que oró Jesús tras la última cena, en el que fue prendido, en el que pasó lo que conmemoramos estos días dos mil años después. Pasó, y les pasó; pues lo vieron y vivieron, como tantos hechos que han visto y vivido a lo largo de los milenios en que ha ido aumentando su tronco sus anillos. Lo visitó el poeta durante ese viaje a Jerusalén, y su voz en él le llevó a escribir “Olivo de Getsemaní" en que en cursivas transcribe lo que recuerda y nos dice, nos hace sus preguntas. Nos invita, en definitiva, a hacernos la pregunta de qué queremos que el olivo de Getsemaní cuente sobre éste al poeta que le visite y le pregunte dentro de dos mil años, de cuál fue hoy nuestra plegaria en el huerto de los olivos. De qué impresión, qué huella queremos dejar en su alma, en el alma; de la solidaridad o la insolidaridad, el amor o el desamor, la dignidad o la indignidad, las ideas y las acciones de las mujeres y los hombres ante el reto que afrontamos todos y cada uno, frente al que todos y cada uno somos la misma mujer, el mismo hombre, la misma persona.
Concluye Jerusalén preguntándonos, como hace el autor tras la lectura, qué es hoy lo difícil que no sabemos hacer, de qué llanto estamos inundando su aire, qué tiempo estamos construyendo para Jerusalén, qué sueños queremos soñar por Jerusalén, qué recuerdos estamos creando para el olivo de Getsemaní, qué poema de Jerusalén queremos a partir de ahora escribir con la vida.