Ignacio Ellacuría, constructor de la paz

            Se cumple este y cada 16 de Noviembre el aniversario del asesinato de los jesuitas de la Universidad Centroamericana  de El Salvador – Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López Quintana y Joaquín López y López – y de la cocinera Julia Elba Ramos y su hija Celina Mariceth Ramos. Un asesinato que tuvo lugar en el momento álgido de la ofensiva del FMLN en San Salvador en Noviembre de 1989, y que acabará constituyendo un punto de inflexión en el camino que llevará a la negociación de los Acuerdos de Paz – de cuya firma en el castillo de Chapultepec se cumplieron el pasado 16 de Enero treinta años – y a su posterior ejecución, que llevará a las Naciones Unidas a considerar al salvadoreño modelo y referente entre y para los procesos de paz.

            Me viene este y cada 16 de Noviembre el recuerdo de la conmemoración en la UCA de aquel primer aniversario del asesinato, entonces destinado en El Salvador como Segunda Jefatura de la Embajada de España, que viví junto a la delegación desplazada desde España para participar en ésta, conformada por miembros de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados – con representación de todos los grupos parlamentarios, y el Subsecretario de Asuntos Exteriores, entonces Chencho Arias. Más allá de los discursos y actos oficiales, se me hace presente la luz de aquellas velas, aquel silencio de la oración de las multitudes de campesinos, llegados de todos los rincones de El Salvador, que era un clamor en la noche.

 

 

            Se me vienen también las imágenes y avatares del proceso judicial por el asesinato, que culminó en el juicio de nueve militares en Septiembre de 1991, los avatares y suspenses de las negociaciones de paz, la alegría y emoción de vivir su llegada desde la tarima de la Plaza Cívica de San Salvador en la que me encontraba en representación de España como miembro del Grupo de Amigos del Secretario General de Naciones Unidas para el proceso de paz – mientras en Ciudad de México se firmaban los Acuerdos en el castillo de Chapultepec; y las emociones con que los maquilishuats florecían la paz, que relato poéticamente en mi poemario Maquilishats en flor, publicado en mi libro Mundo. Una geografía poética y en el libro colectivo El Salvador 20 años en la memoria, que, con ocasión de los veinte años de los Acuerdos de Paz, a iniciativa de Clara María Hermida reunió sesenta y un testimonios de extranjeros – “internacionales”, como se nos llamaba entonces -, en su mayoría españoles, que antes, durante o después de la firma de los Acuerdos estuvimos en El Salvador y acompañamos y vivimos su proceso. Y, apretando el gran angular, toda una trayectoria de dedicación como diplomático, entre 1987 y 1999, a la implicación y aportación de España a los procesos de paz en Centroamérica; y posteriormente de dedicación académica y literaria a éstos desde la realización de mi tesis doctoral sobre transición política y proceso de paz en El Salvador, origen de la publicación en 1999 de mi libro La metamorfosis del Pulgarcito. Transición política y proceso de paz en El Salvador, que me ha llevado a partir de entonces a ser el autor de numerosas publicaciones sobre éstos. Entre ellas, la primera fue, precisamente, un ensayo sobre Ignacio Ellacuría como constructor de la paz en el libro colectivo Ignacio Ellacuría. “Aquella libertad esclarecida”, publicado ese año en España por Sal Terrae en España y UCA Editores en El Salvador, y editado por Jon Sobrino – quien, por encontrarse aquella noche en Tailandia, salvó la vida que perdieron sus compañeros jesuitas con quienes vivía en la casa de la UCA – y Rolando Alvarado, al que fui invitado a contribuir a sugerencia de mi buen amigo y también coautor José Sols, quien aquel año publicó también su libro fruto de sus tesis doctoral sobre la teología histórica de Ignacio Ellacuría.

 

 

            Se me hace presente también, al escribir estas líneas, la emoción tantos años después en la capilla de la UCA acompañado por Jon Sobrino, de nuevo en El Salvador en Julio de 2019 para presentar mi libro La perplejidad del quetzal. La construcción de la paz en Guatemala – hermano guatemalteco de La metamorfosis del Pulgarcito, fruto de lo reflexionado a partir de lo vivido en mi dedicación posterior al proceso de paz en Guatemala, primero desde México en la negoción de los Acuerdos de Paz (de cuya firma se cumple este 19 de Diciembre el veinticinco aniversario), y posteriormente en Guatemala en su ejecución -, ante el monumento a sus mártires, y después al visitar el Museo a ellos dedicado. Y también la conferencia que, invitado por su actual Rector Andreu Oliva sj – a quien conocí como joven jesuita llegado al El Salvador tras el asesinato, con el vínculo común de la Barcelona de la que veníamos -, pronuncié en la UCA sobre Monseñor Romero, Ignacio Ellacuría y la construcción de la paz en El Salvador y en Centroamérica, al final de la cual recito Maquilishuats en flor.

 

 

            Nos decía María Zambrano que no existen ni el pasado ni el futuro; sino el presente del pasado, o la memoria, y el presente del futuro, o la esperanza. Con el ánimo y el deseo de transformar la memoria en esperanza, con todo lo que este y cada 16 de Noviembre me hace presente, lanzo en esta carta en la botella el video de esa conferencia – que podéis ver supra al inicio de ella – y el ensayo sobre Ignacio Ellacuría como constructor de la paz, que os invito a leer a continuación descargando el pdf infra. A quienes os interese una visión más amplia del proceso de paz en El Salvador, os invito a ver, clicando el link, el video de la conferencia “25 años de los Acuerdos de Paz en El Salvador: una aproximación al proceso salvadoreño”, que pronuncié en Casa América Catalunya con ocasión del veinticinco aniversario de éstos.

 

Manuel Montobbio

Noviembre 2022