MUJERES-HOMBRE

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    Mujeres-hombre

     

              Se celebra este y cada ocho de Marzo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, o simplemente el Día de la Mujer, símbolo de la lucha de las mujeres por sus derechos, por la igualdad de éstos, de hecho, con los derechos de los hombres. Lucha, en definitiva, por el paso de los derechos del hombre a los derechos humanos. Por la asunción en la Tierra de que si las mujeres son, como dijera Mao, la mitad del cielo, lo son también de ésta. Un camino hecho al andar, y la voluntad y compromiso de seguir caminándolo; que sin embargo cuenta con una excepción a la regla, un reverso, un camino inverso: el que recorren las mujeres-hombre o vírgenes juradas del Norte de Albania al renunciar a su feminidad y convertirse socialmente en hombres para disfrutar de los mismos derechos de éstos. De ellas hablé ya en un anterior Día de la Mujer en mi blog Ideas subyacentes en El País con una entrada que como esta se titulaba Mujeres-hombre, que sigue en éste disponible; mas para aquellos que no la hayáis leído, o habiéndolo hecho queráis continuar la reflexión que su historia pueda sugeriros, sobre ellas y sobre este Día lanzo esta carta en la botella en el mar de esta web. 

              Se celebra cada ocho de Marzo, y especialmente éste, especialmente hoy, cuando nubes oscuras se ciernen en el horizonte, y soplan frente a nosotros vientos adversos, fuerzas y corrientes que quisieran que desandemos lo andado, que cuestionan el camino y su sentido, cuestionan os descelebran la celebración.

              Se celebra; y se reivindica. Pues si largo es el camino recorrido en los ciento quince años transcurridos desde que un grupo de mujeres lo proclamara en Nueva York, largo también es el que queda por recorrer, omnipresente aunque poco visible a veces el techo de cristal que impide que esa mitad del cielo lo sea de la Tierra; llegue a veces siquiera a serlo, como nos muestra ese centenar largo de millones de mujeres no nacidas o no crecidas que marca la estructura poblacional asiática. De cristal por fuera; y de cristal por dentro. Pues como dijera Foucault la cárcel está en uno mismo; y en uno mismo o una misma también el techo o muros de cristal que separa los derechos de los hechos, que hace que su proclamación no lleve necesaria o plenamente a su realización.

              Se celebra y reivindica la feminidad, el derecho de las mujeres a serlo, a ser ellas y para ello disfrutar de los mismos derechos que los hombres, a ser quienes quieren ser en libertad e igualdad con los hombres, a ser todos la persona que somos más allá, más adentro y por encima de que seamos hombre o mujer.

              Y al hacerlo celebramos y reivindicamos al tiempo lo humano. Pues en cada uno y cada una habita lo femenino y lo masculino; y no está nadie completo sin ambos. Pues antes, por encima y más allá que hombre o mujer somos humanos. Y es lo humano que todas y todos los humanos tengamos los mismos derechos. Y preciso que para ello las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres. Y el mismo derecho a ser mujeres que los hombres a ser hombres. Y que podamos todos y todas como queramos ser mujeres u hombres, vivir nuestra feminidad y nuestra masculinidad. Y es por ello y para ello que este día de las mujeres es al tiempo el de los hombres.

              Mas si el de conseguir para las mujeres los mismos derechos que los hombres para que puedan ser más plenamente mujeres como pueden ser hombres los hombres, para que puedan ser tan plenamente humanas como los hombres… ha sido y es el camino de esa reivindicación y celebración de las mujeres y de todos que conmemoramos este día, tal no ha sido y es el camino en todo tiempo y lugar. No el que siguen las mujeres-hombre que han habitado y habitan todavía en el Norte de Albania y de las tierras de población albanesa. No ése; sino el de renunciar a su feminidad, jurar su virginidad, transformarse en hombres, vestirse como ellos, como ellos llamarse, como ellos comportarse… para como ellos ser tratados, para tener los mismos derechos que ellos. Para ser socialmente hombres, y familiarmente ejercer el rol de jefe de familia que a éstos les corresponde.

              Lo que supone un mundo en solo los hombres pueden ser cabezas de familia, solo ellos heredar casa y tierras, solo ellos formar parte del consejo de ancianos o notables que deciden sobre el acontecer colectivo de la comunidad. Un mundo en que no resulta siquiera pensable, imaginable, que una familia, un clan, pueda seguir siendo tal sin un hombre a la cabeza de ella. De modo que, cuando por muerte natural o violenta, una familia se queda sin hombres, una de las mujeres de ésta tiene que convertirse en tal; y para ello prestar juramento de virginidad ante doce ancianos de la comunidad, a partir del cual tendrá que atenerse a ésta, asumirá la jefatura de su familia y pasará a comportarse y a ser considerada como hombre.

              Un mundo que ha pervivido en zonas aisladas del Norte de Albania, regido en la práctica, sea cual sea la ley del Estado de turno, por ese conjunto de normas consuetudinarias que Lek Dukagjin codificó en el siglo XV en el Kanún, que contempla todos los aspectos de la vida social desde el nacimiento a la muerte, aunque sea especialmente conocido por la venganza de sangre, o gjakmarrja, cuya regulación y mecánica tan bien describe Ismail Kadaré en Abril quebrado, y cuyo resurgimiento tras la caída del comunismo novela en Frías flores de Marzo; y cuya práctica, y las consecuencias del aislamiento para las familias deudoras de sangre, es objeto de atención de los observadores e informes internacionales de derechos humanos y los medios de comunicación.

              Conocidas como virgjineshtë - o vírgenes juradas – o burrnesha – o mujeres-hombre, basta hoy teclear esas palabras albanesas, o “vírgenes juradas de Albania” en castellano, en inglés u otro idioma, para encontrarlas en la web, desde la explicación sobre ellas en Wikipedia o artículos varios más o menos sensacionalistas o pintorescos, al libro referencial de Antonia Young, Profesora del University College de Londres, Women who become men. Albanian Sworn Virgins, modelo de investigación antropológica y contextualización social, pasando por fotos o videos. Durante mi destino diplomático en Albania, en dos ocasiones recibí en la Embajada la visita de periodistas españoles que habían venido para hacer un reportaje o documental sobre ellas, o ellos. Y en su búsqueda partieron hacia las montañas del Norte y, tras mayores o menores dificultades, al cabo de un tiempo regresaron habiendo encontrado – y entrevistado o filmado - alguna, o alguno.

     

     

              Mas no siempre fue tan fácil encontrarlas o encontrarlos, verlas o verlos, saber sobre ellas o ellos desde el mundo exterior a ese mundo. Supo de ellas o ellos por primera vez el mundo a través de los libros de Edith Durham, como High Albania – puesto a disposición del lector en español bajo el título Las tierras altas de Albania por La línea del horizonte gracias a la traducción de Eva Guillermina Fernández Ortiz -, que en la primera parte del siglo XX nos dio a conocer la realidad de la vida y costumbres en las montañas del Norte de Albania, y en los que entre otras realidades antropológicas habla sobre las mujeres-hombre, de las que relata haber conocido a nueve, y ofrece las primeras fotografías de ellas, que datan de 1908. Años más tarde, en Peaks of Shela. Being a Record of Certain Wanderings Among the Hilltribes of Albania  (1919), la periodista estadounidense Rose Wilder Lane relata haber sido tomada por una, o uno, en el Valle del Thet, por viajar sola y llevar pantalones y cabello corto.

              Según explica Antonia Young, hace poco más de un siglo existía todavía un tipo de vírgenes juradas de carácter semi-religioso, conocidas como murgéshë o morga (monja), que optaban por el celibato y vestía de negro ropas masculinas, llevando una vida monacal, en la que muchas ayudaban a monjes o sacerdotes católicos; mas sin embargo esa práctica finalizó cuando en 1910 se estableció por ley la prohibición de que las mujeres que no ingresasen en un convento se declarasen a sí mismas monjas. Por lo que posteriormente nos encontramos fundamentalmente dos casos o vías por las que las mujeres-hombre pueden llegar a ser tales.

              El primero es el de las vajze e betuar, o niñas juradas por sus padres, desde el nacimiento e incluso antes, o tras él, en cualquier caso antes de llegar a la edad adulta y poder decidir por sí mismas, generalmente por la falta de hijos varones en la familia, o por el fallecimiento de éstos.

              El segundo es el de aquellas que conscientemente optan por jurar su virginidad ante los doce ancianos de la comunidad, y convertirse socialmente en hombre a cualquier edad. Aunque se dan casos de quienes afirman haberlo hecho por sentirse hombres, la mayor parte de éstos se han debido bien a optar por ello como vía para evitar un matrimonio arreglado por las familias; bien porque la familia se queda sin varones, sea por muerte natural, sea por venganza de sangre.

              Podríamos seguir diciendo muchas cosas sobre las mujeres-hombre del norte de Albania, sus cómos, por qués y para qués. Mas quisiera concluir esta carta en la botella, enviada para reivindicar este Día de la Mujer, no con su realidad, sino con su ficción, recurriendo a la literatura y a la poesía con la que el corazón a veces capta lo que la razón no alcanza, y transmite lo que difícilmente podría transmitir de otra manera: invitando a leer este poema relato - seguido de una versión ilustrada por el pintor Alfons Valdés - , titulado precisamente Mujeres-hombre, que escribí en 2010 en Tirana cuando se acercaba este día y que forma parte y con el que se inició mi escribir de mi Guía poética de Albania, que tiene como protagonista a una Majlinda que, tras la muerte de su hermano por venganza de sangre, se convierte en Ilir. Y sueña cómo hubiera sido su vida si hubiera seguido siendo Majlinda, cómo hubiera sido si hubiera nacido Ilir. Y se transforman sus sueños en la pesadilla de un mundo habitado tan solo por mujeres-hombre y hombres mujer, que deviene irremisiblemente un mundo de viejos vírgenes y vírgenes viejas que avanza hacia el fin…

     

    Manuel Montobbio

     

     

    MUJERES-HOMBRE

     
    A Dulce,
    con enfoque de género

     

               No recuerdan si lloraba
    la estatua de Skanderbeg
    el día en que las leyes
    del Kanún
    las hicieron hombres.
    No recuerdan a veces tampoco
    cómo era la vida
    de mujer,
    pero a veces por las noches
    sueñan
    que todavía se llaman
    Majlinda
    y no Ilir,
    e intentan vivir la vida
    que no han podido
    vivir;
    sueñan que les ondea
    el cabello
    sobre los hombros,
    en el peso
    de los pendientes
    en las orejas,
    de las faldas
    en las caderas,
    la sensación
    de las medias de seda,
    las ligas,
    el carmín
    en los labios,
    el olor del perfume
    de mujer
    sobre su cuerpo
    de mujer,
    el fulgor del deseo
    en los ojos
    de un hombre
    antes de que se cierren
    al abrirse su boca,
    su perfume
    de hombre
    en su aliento
    de hombre;
    y fundirse
    en un solo perfume,
    un solo aliento,
    una sola lengua,
    en su boca
    de mujer
    en un largo beso
    sin fin,
    sin respiración,
    sin aliento,
    tiempo
    fuera del tiempo…
    Ring ring:
    suena el despertador.
    Sonríe el recuerdo
    su boca jugosa.
    Hoy no bosteza
    mientras empieza a sentir
    la nostalgia
    del olor
    a taza
    de café con leche
    de cada mañana.
               Sueñan
    otras veces
    que despiertan
    y sienten
    el miembro erguido;
    que son un hombre
    que nunca fue
    mujer
    sino en una
    pesadilla
    o un sueño.
    Resulta extraño
    no hacer de hombre,
    sino serlo;
    no sentir
    la presión de la faja
    sobre los pechos,
    ni la menstruación
    que sigue viniendo,
    recordarse de niño
    llamándose Ilir
    en otra infancia,
    el cambio de voz,
    la barba que crece,
    afeitarse
    cada mañana
    o dejarse
    la barba,
    de soldado conduciendo
    un camión militar,
    antes de que la inexorable ley
    del Kanún
    acabara
    con su hermano mayor
    y escribiera la sangre
    el argumento
    de su vida.
    Sueña que siente
    amor de hombre
    como hombre;
    se enamora
    de la que fuera
    su mejor amiga
    de la infancia.
    Sueña que la noche
    antes de la boda
    tiene una pesadilla
    en la que es mujer,
    y la inexorable ley
    del Kanún
    la convierte
    en hombre.
    Sueña en la boda;
    siente la pasión,
    el deseo
    sobre el lecho
    en la noche
    bajo la Luna
    de miel
    él
                         en
                                              ella
    su cuerpo
                                    en
                                                        su cuerpo.
    Sueña que
    a la mañana siguiente
    les despierta
    un disparo lejano;
    toc toc:
    llaman a la puerta:
    los guardianes del Kanún
    les anuncian
    que del disparo
    ha brotado sangre
    que dicta
    que ella debe volver
    para ser
    el hombre de su familia.
    Sin un beso
    se la llevan.
    Despierta;
    sin despertador
    despierta.
    Absurdas cosas
    que se sueñan
    en los sueños
    que ni siquiera permite
    la ley del Kanún.
               Sueños extraños
    los que sueñan
    las mujeres hombre
    desde que lo son,
    cuando lo son
    también
    en los sueños
    en que sueñan,
    por ejemplo,
    en mundos extraños
    en que todas las mujeres
    son hombres,
    y todos los hombres
    mujeres;
    un mundo encerrado
    por inalcanzables montañas;
    sus cumbres nevadas
    brillan en la noche
    de un cielo iluminado
    por más y mejores estrellas,
    un cielo distinto,
    bajo el que cualquier mundo,
    cualquier sueño
    es posible;
    un cielo
    como el que contempla la noche
    en el valle del Thet,
    bajo el que las mujeres
    de cabello corto
    y enroquecida voz
    beben raki
    en las tabernas que huelen
    a sudor,
    a alcohol,
    y a tabaco,
    mientras en casa
    bordando esperan
    hombres con faldas
    y largos cabellos.
    En algunos sueños esperan
    un cuerpo
    de mujer hombre
    con el que combatir
    en la noche
    la frialdad de su lecho;
    lloran en otros
    la maldita ley del Kanún
    que condena
    a la virginidad perpetua
    a los hombres mujer
    y las mujeres hombre;
    se transforma a veces
    poco a poco
    el sueño
    en la pesadilla
    de un mundo
    sin niños,
    sin jóvenes que se enamoran
    y se desenamoran,
    sin padres y madres
    que cantan
    canciones de cuna
    a bebés que no nacen,
    que no llevan
    a los hijos que no tuvieron
    a escuelas vacías
    de maestros monologantes,
    que con el tiempo
    no encuentran tampoco empleo
    en universidades
    de abandonadas aulas
    y pasillos llenos
    de profesores que intentan
    impartirse lecciones
    magistrales
    unos a otros;
    un mundo de entierros
    sin bautizos ni bodas,
    sin padres ni hijos,
    que atraviesa
    la mitad de la vida
    con la angustia del vacío
    que deja detrás
    y el miedo
    del que viene delante;
    un mundo de arrugas
    y cabellos blancos,
    de vírgenes viejas
    y viejos vírgenes,
    de envejecidas virginidades juradas
    de mujeres hombre
    y hombres mujer
    sobre las que crecen,
    hasta apresarlas,
    telas de araña
    y marchitan las flores,
    y hasta marchita
    el olvido;
    un mundo virgen
    de cadáveres vírgenes;
    un mundo cadáver
    de vírgenes cadáver.
               Más hermosamente extraño,
    más extrañamente hermoso
    entre todos el sueño
    en el que el niño del cuento
    no dice ya
    que el Rey está desnudo,
    sino que los hombres
    son mujeres
    y las mujeres
    hombres;
    y como el beso del Príncipe
    a la bella durmiente
    deshace el hechizo,
    les libera de interpretar
    el papel para ellas y ellos escrito
    por el autor de la ley del Kanún
    hace cientos de años
    una noche de insomnio,
    y hace del futuro
    un papel en blanco
    en el que escribir
    el guión y la historia
    de sus vidas,
    en el que ser ellas o ellos,
    ellas y ellos,
    ellas en ellos,
    ellos en ellas,
    yo
    nosotros
    todos,
    ser persona
    y no ser
    hombre
    o mujer,
    ser hombre o mujer
    y ser persona,
    siendo persona,
    ser persona
    siendo hombre
    o mujer
    sin hacer de hombre
    o mujer,
    ser persona
    siendo hombre
    y mujer,
    lo que quieras,
    como quieras,
    cuando quieras;
    y recordar
    aquellos extraños tiempos
    en que fuiste
    mujer hombre
    u hombre mujer;
    pensar tal vez
    en todas las cosas absurdas
    que hacen a los hombres
    ser hombre
    y a las mujeres
    mujer,
    en las cosas hermosas
    de ser también mujer
    siendo hombre,
    ser también hombre
    siendo mujer;
    escribir con lo femenino
    y lo masculino
    que hay en cada uno
    y cada una
    el argumento de tu esperanza
    y de tu vida;
    ser libre,
    ser tú,
    vivir el sueño,
    vivir la vida.
     
     
     

    Manuel Montobbio