DESCONFINARNOS MENTALMENTE

  • DESCONFINARNOS MENTALMENTE

Decíamos al lanzar la primera de estas Cartas en la botella que la cultura es, en definitiva, como nos señala Peter Sloterdijk en Normas para el parque humano, fruto del conjunto de cartas que los humanos nos hemos escrito unos a otros a lo largo del tiempo. Y si las escribimos y las metemos en la botella de la orilla de la isla que somos con la esperanza de que a otras, a otros llegue, es porque queremos compartir aquello que en nosotros se nos ilumina, se nos revela, nos importa y nos hace vibrar, nos hace ser, y queremos que en otros sea, queremos ser luz, compartir luz. Se enciende a veces la luz en nosotros, en las ideas y en las emociones, la razón y el corazón, el espíritu y el alma, y somos entonces el origen de esa extensión de la llama, de ese cruce de cartas. Nos llega otras a nuestra orilla una botella con una carta, una obra de arte o un libro que nos inspira, nos ilumina, y no queremos que en nosotros esa llama se quede: queremos responder, compartir, procesar lo inspirado y aspirado, y expirarlo en otra carta que metemos en la botella, para devolver de alguna manera al emisor el retorno, la respuesta de lo emitido, para difundir y compartir de otra el mensaje, la luz que nos ha iluminado. Necesitamos luz en este tiempo confinado, este tiempo de pandemia. Luz de lucidez, y luz de esperanza: la que nos enciende, la que ha encendido en mí la lectura de L’économie de la vie. Se préparer à ce qui vient de Jacques Attali, que me ha motivado e inspirado para escribir el ensayo Desconfinarnos mentalmente: la invocación a la vida de Jacques Attali, que acaba de publicar la revista El Ciervo en su número 783 de Septiembre-Octubre de 2020, y que, con el conocimiento de ésta, como carta en la botella os comparto en el mar de esta web, con la esperanza de que a la vuestra llegue y de que en la oscuridad de este tiempo os ilumine, nos ilumine su luz. Esperemos con esperanza e invoquemos a la vida.

 

 

Desconfinarnos mentalmente:

la invocación a la vida de Jacques Attali

 

A propósito de L’économie de la vie. Se préparer à ce qui vient (Fayard, 2020)

 

          Tiempos de pandemia, tiempos extraños, tiempos de cambio de tiempo. Tiempos de confinamiento, de pausa, de mirar hacia atrás y hacia delante, de hacerse de nuevo y de siempre las preguntas esenciales, reflexionar sobre los retos que afrontamos y el sentido de la vida y de las cosas y del mundo. De encender en la oscuridad luz de visión, de orientación y de esperanza. Como hace Jacques Attali en L’économie de la vie. Se préparer à ce qui vient.

          Luz de la lucidez que otorga la experiencia vital y profesional del autor, de quien ha dedicado su vida, al tiempo que a la reflexión intelectual y la creación literaria que nos muestra su larga y diversa relación de publicaciones, a la transformación de la sociedad hacia fuera como Consejero del Presidente Mitterrand, promotor y primer Presidente del Banco Europeo de Reconstrucción y Fomento, o de Planet Finance o de Acción contra el Hambre. Y de la que otorga la rabia, la pulsión de vida, la no resignación y la rebeldía que nos lleva a erigirnos en dueños de nuestro destino, capitanes de nuestra alma frente a la adversidad y la tormenta. Rabia, rebeldía frente a la sensación de que “la humanidad parece atravesar una pesadilla. Y no tiene sino un deseo, una ambición, una súplica: que termine y volvamos al mundo de antes”. Rabia, rebeldía frente a esa inconciencia, esa equivocación, frente a los podrían haberse hecho que no se han hecho, habría que hacer que no hacemos, pudieran ser que no son. Pues “querer la vuelta a lo mismo, es condenarnos a padecer más gravemente el próximo incidente grave que afectará a la humanidad. Es no prepararse para la próxima pandemia, el próximo drama climático. Es condenar definitivamente la democracia, que no recuperará de un nuevo ataque a sus principios y sus prácticas”. Pues “no estamos confinados a causa de la pandemia. Estamos confinados por la pandemia. Ésta no nos encierra sólo en un lugar; nos encierra mentalmente”. Para que no sea así, para desconfinarnos mentalmente, por rebeldía y no resignación, por esperanza y con esperanza, Jacques Attali escribe y nos escribe.

          Nos escribe sobre la Historia de las pandemias y las pandemias en la Historia; y cómo la han cambiado, definido eras y parteaguas, derrumbado poderes y mundos y tiempos que parecieran llamados al siempre, restringido libertades que nunca volverán. Sobre cómo y por qué no es la del COVID-19 una pandemia como las otras; cómo y por qué algunos, como Corea del Sur, toman las buenas opciones, previendo de antemano, testando, aislando, trazando, y manteniendo al tiempo en funcionamiento la economía y la vida; y otros – como China, como en su estela nosotros y tantos otros – confinando cuando ya no había opción alternativa o ante la incapacidad de promoverla, dejando en suspenso la vida. La vida, y la Economía: por sideración, con la esperanza de que una hibernación, un “pause” pueda ponerla de nuevo en funcionamiento cuando apretemos “play”; y por procrastrinación, manteniendo con ayuda pública artificialmente vivas a la empresas a través del pago por el Estado del trabajo no trabajado. Suspensión de la Economía que significa crisis. De nuevo tipo, autodecidida, física y no financiera; y de una dimensión inconmensurable, cuya extrema gravedad y múltiples facetas pocos perciben. Que nos instala en “una sociedad de decrecimiento en la soledad, cuyas consecuencias sociales, económicas, culturales, políticas y ecológicas son y serán gigantescas”. Que lleva a un endeudamiento de los estados cuya reducción no cabe imaginar en un plazo previsible. Hipotecamos con él las generaciones presentes la vida de las generaciones futuras: estamos en deuda con ellas, y nos preguntan qué mundo mejor vamos a dejarles en pago.

          Nos escribe Attali sobre la Economía y sobre la Política. Pues la crisis que afrontamos no es sólo sanitaria y económica; sino también y al tiempo política, social, moral e ideológica. Constituye – nos dice – el miedo a la muerte la fuente última del poder; constituye protegernos frente a ella, promover la vida, el para qué último que le pedimos. Afronta la Política ante ese para qué su hora crucial, en el qué y en el cómo. Qué de adoptar desde el poder y las instituciones las decisiones y las políticas públicas que defiendan la vida y su disfrute, su sentido y sentir. Frente a la pandemia, y frente a los retos de la inteligencia artificial y sus dictados o del cambio climático y la sostenibilidad del planeta, por no hablar del poder sin precedentes de las GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft). Cómo de evitar que la apelación a la seguridad restrinja las libertades, otorgue poderes excepcionales que se transformen en permanentes, de evitar tentaciones nacionalistas y populistas, tentaciones autoritarias. Política nacional, y política internacional: más que nunca nos muestra esta pandemia nuestra interdependencia en la globalización, nuestra común condición humana; pues frente al virus del COVID-19 somos todos el mismo hombre, la misma mujer: o nos curamos todos, o no nos curamos ninguno. Frente al virus del COVID-19, el virus de la solidaridad. La necesaria para la cooperación internacional: en qué grado se dé o no se dé, cooperen o se confronten las grandes potencias, especialmente Estados Unidos y China, y en nuestro caso se conforme la Unión Europea en actor de solución y no en escenario de problema – afronta ésta con ello un test existencial – determinará tanto el qué como el quién del mundo de mañana. Afronta la Política este para qué crucial, en fin, desde el Estado y desde la sociedad, la ciudadanía. Desde cada uno. Y para hacerlo necesitamos más y mejor Estado y más y mejor sociedad que lo contrapese y equilibre, mantenga en la interacción con éste el corredor estrecho de la libertad, nos permita avanzar por él.

          Significa la palabra crisis en su etimología griega también oportunidad, la que se deriva de la necesidad, la de la imaginación y la audacia que alienta la esperanza. Oportunidad de desconfinarnos mentalmente, de pensar y realizar una Política y una Economía de la vida y por la vida – todas las vidas, presentes y futuras -. Y para ello, extraer las lecciones de este tiempo de pandemia y su experiencia: de soledad y comunicación, de teletrabajo y organización del tiempo, de la sanidad y de los servicios esenciales para que la sociedad funcione y la vida siga – cuyo fortalecimiento y dotación requiere no sólo de aplausos -, de organización de las empresas y las administraciones, de la acción solidaria, del consumo, de la información sobre lo que pasa y nos pasa – pues cómo combinar monitoreo y confianza puede significar control, y puede significar libertad -. Necesidad, especialmente y sobre todo, de prevención, y de una Política y una Economía para ésta; de conformar un sistema de gobernanza global, un Estado y una sociedad preparados para afrontar esta pandemia y las que puedan venir, y los choques sistémicos del cambio climático, u otros que amenacen la vida. Prepararnos para defender la vida, como nunca apreciarla, amarla, vivirla; no desde el temor a la muerte, sino desde la dicha de la vida, la alegría de estar vivos.

          Habrá para ello que pensar en la Economía y en la Política de la vida; y para ayudarnos a hacerlo nos sigue escribiendo Attali. Para ello poner en cuestión nuestros modos de organización, de consumo y de producción. Una Economía de la vida que en el qué se movilice en torno a los sectores de actividad que permitan en lo inmediato hacer frente a la pandemia, como la investigación para la vacuna y su producción y distribución – y la de medicamentos y material sanitario-, la necesaria dotación de capacidades para que el sistema de salud pueda curar más, mejor y de otra manera, la alimentación, la educación; así como todos aquellos que el mercado demanda durante ésta, como el entretenimiento y el comercio electrónico. Y que sepa adaptar los demás sectores a la Economía de la vida, que pasa necesariamente por la sostenibilidad. Se nos plantea entre éstos el reto especial de “salvar al soldado turismo”: pues era ya evidente que no resulta sostenible que una ciudad como Venecia, con doscientos sesenta mil habitantes, reciba treinta millones de turistas al año, no lo es menos que el turismo es un sector esencial para la Economía, que procede adaptar y preservar. Una Economía de la vida para cuya puesta en marcha reclama Attali que nos pongamos en modo Economía de guerra: si está en juego la vida, orientemos toda la inversión, toda la producción, todos los esfuerzos y capacidades a preservarla. Desde la humanidad presente, esperando que sepa – sepamos – devenir más sabia, más justa, más solidaria y preocupada por las generaciones futuras. Pues no podremos apretar después el botón de “reinicio” de la humanidad.

          No podemos, en definitiva, mirar como el avestruz, cabeza bajo el ala esperando que todo pase y no pase nada; sino como el águila desde la cumbre las nubes que se vislumbran en el horizonte. Pensar a largo plazo, y prever lo peor. Pensar profundamente qué queremos hacer de la vida y de la condición humana. Prever la posibilidad de otras pandemias, el cambio climático y sus implicaciones para la vida sobre la Tierra, sin excluir la que Attali denomina la pandemia sombría, una ola política en la que, “en un clima de fin del mundo, las dictaduras se impondrán”, acusando a las democracias de incapacidad de resolver la crisis, demonizando al extranjero, al otro, como culpable, imponiendo la vigilancia y el control desde el poder en nombre de la seguridad. Tal vez sin que nos demos cuenta, como la temperatura aumenta lentamente avanzaría en ese escenario el totalitarismo continuamente, a veces sin dictador, sin ruptura del régimen, manteniendo una apariencia de democracia que no lo sería ya.

          Se nos plantea frente a ello a las democracias el reto de hacer más y mejor, de pasar de una democracia de abandono a una de combate, de una Economía de supervivencia a otra de vida; de ponernos en modo de Economía de guerra democrática. Una democracia de combate para la que nos propone cinco principios, a aplicar según la realidad de cada país: que sea representativa, que proteja la vida, que sea modesta, y justa, y que tenga en cuenta, democráticamente, el interés de las generaciones futuras.

          Canta Mercedes Sosa: “¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón…” Nos dice Attali que no todo está perdido, y viene en L’économie de la vie. Se préparer à ce qui vient a ofrecernos su corazón. Y su esperanza, su rebelde no resignación, su lucidez desconfinadora de la mente, su amor por la vida y su apuesta por ella, su invocación a la acción que sigue a las palabras. No es por ello esta reseña una reseña: es una invocación, y a ella te anima, nos anima…

 

Manuel Montobbio