Cuando Dios no ha nacido

  • Cuando Dios no ha nacido
  • Cuando Dios no ha nacido
  • Cuando Dios no ha nacido

¿Y si Dios, a pesar de Nietzsche y su vocación profética, no hubiera muerto, sino simplemente no hubiera nacido?. ¿Y si no hubiera Génesis ni Apocalipsis, principio ni fin, ni promesa a realizar en la Historia?. ¿Y si no hubiera nacido, tampoco, la noción, la posibilidad, de creer; y sin ella comprendiéramos el mundo y la vida?. ¿Y si, en lugar de haber vivido en la estela de la Biblia, hubiéramos vivido en la del I Ching?. Preguntas que suscita, a las que responde en Moïse ou la Chine. Quand ne se deploie pas l’idée de Dieu François Jullien en el diálogo intercultural que acomete poniendo respectivamente el pensamiento – o, más bien, la lengua-pensamiento – chino y occidental en el espejo del otro, como ha venido haciendo a lo largo de su obra, su búsqueda, y hace aquí en relación a una cuestión fundamental, determinante y definidora: Dios, y el correlato que implica de la concepción de la alteridad y del otro, y de la autoconciencia de uno mismo, en definitiva del yo. Y emprende para ello una búsqueda, nos invita a acompañarle en su recorrido por el pensamiento y la cosmología china y por el repensamiento de nuestro propio sistema de pensamiento, de Dios y sus implicaciones y correlatos. Un recorrido que ha inspirado el escribir del artículo que con el título Cuando Dios no ha nacido ha visto la luz en las páginas del número 809 de este Enero-Febrero de la revista El Ciervo. Se inscribe su escribir en la estela de la reflexión a la luz de la obra de Jullien ya reflejada en mis ensayos Intentar vivir y Romper la cuerda, explorar caminos, intentar vivir, publicados respectivamente en El Ciervo y en La maleta de Portbou y como cartas en la botella lanzadas al mar de la web compartidos, y ésta a su vez en el proceso dedicación intelectual a China y su ascenso global en esta última referido y al que me remito. Conmemoramos este Domingo de Ramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que le llevará a su pasión, muerte y resurrección, se me hace presente aquel de calles desiertas hace cinco años por la pandemia hacia cinco años que nos invita a leer o releer el poema Domingo de Ramos / Diumenge de Rams entonces escrito y como carta en la botella compartido, como ahora junto a ésta que intenta a esas preguntas responder.

 

Manuel Montobbio

Abril 2025

 

 

 

 

 

Cuando Dios no ha nacido

 

Una aproximación desde la cosmología china

a partir de François Jullien

 

 

            ¿Y si Dios, a pesar de Nietzsche y su vocación profética, no hubiera muerto, sino simplemente no hubiera nacido?. ¿Y si no hubiera Génesis ni Apocalipsis, principio ni fin, ni promesa a realizar en la Historia?. ¿Y si no hubiera nacido, tampoco, la noción, la posibilidad, de creer; y sin ella comprendiéramos el mundo y la vida?. ¿Y si, en lugar de haber vivido en la estela de la Biblia, hubiéramos vivido en la del I Ching?.

            Preguntas que suscita, a las que responde en Moïse ou la Chine. Quand ne se deploie pas l’idée de Dieu François Jullien en el diálogo intercultural que acomete poniendo respectivamente el pensamiento – o, más bien, la lengua-pensamiento – chino y occidental en el espejo del otro, como ha venido haciendo a lo largo de su obra, su búsqueda, y hace aquí en relación a una cuestión fundamental, determinante y definidora: Dios, y el correlato que implica de la concepción de la alteridad y del otro, y de la autoconciencia de uno mismo, en definitiva del yo. Y emprende para ello una búsqueda, nos invita a acompañarle en su recorrido por el pensamiento y la cosmología china y por el repensamiento de nuestro propio sistema de pensamiento, de Dios y sus implicaciones y correlatos.

            Un recorrido que nos lleva, en el caso de la cosmovisión china, del progresivo apartamiento del Señor de lo Alto para centrarse en la correlación entre Cielo y Tierra y su retroalimentación complementaria, de modo que la misión del Emperador como Hijo del Cielo va pasando del temor a la gestión vigilante de esa armonía, esa correlación y coherencia que no recurre a la palabra; sino se desarrolla en silencio, esa pulsión regulatoria que se refleja en los ritos, y no en la plegaria, que renuncia con ello al deseo, a la invocación de una revelación. No hay Dios, ni Palabra revelada, ni relato en el transcurrir del Tao. No hay Sujeto-Verbo-Predicado en la lengua-pensamiento y su poesía; sino correlación entre imágenes o hechos que se interrelacionan. Enseña el Cielo sin palabras. No hay relato de la Creación, ni principio ni final; sino descripción el cómo de su fluir, la captación de su proceso y maduración. Todo principio es al tiempo fin. No hay un sentido revelado externamente por Dios en la Biblia, sino interpretado internamente a partir de los ideogramas del I Ching. Habla el mundo por sí mismo, y, de hecho, progresivamente se revela a través de la naturaleza. Dios no está, ni se le espera, ni tan siquiera reflejan la idea de éste las palabras/conceptos de la lengua-pensamiento china. No se busca la fe, sino la fiabilidad; la verdad, sino la viabilidad, que se despliega infinita en el Tao, en que todo converge, e imperceptible a ésta subyace. No se despliega la creencia, el creer; sino se desarrolla la confianza fruto de la experiencia y el conocimiento. No se despliega ni ha nacido, en definitiva, Dios.

            Este mundo que proclama la muerte de Dios, esta Historia que ha visto morir a tantos dioses – aunque, como los griegos, además del Olimpo sigan poblando nuestro imaginario colectivo – no estaría completo, ni sería del todo aprehensible, sin ese mundo y esa Historia en que Dios no ha nacido. Recorrer ese camino, pensar y aprehender ese impensado, nos plantea un triple desafío. En primer lugar, el de la aprehensión de la coherencia interna del fluir de la vida, de la inmanencia, de los paradigmas y categorías mentales de la lengua-pensamiento china como espejo ante el que adquirir conciencia de lo dicotómico, lo contradictorio de la contraposición tesis-antítesis-síntesis frente a la coevolución interactiva entre el yin y el yang, la carga protagónica del Sujeto-Verbo-Predicado de nuestra lengua-pensamiento.

             En segundo lugar, el de la aprehensión de nuestro propio pensamiento y su puesta en valor, sea en el desarrollo de la ciencia como búsqueda de la verdad y el conocimiento en contraposición al revelado por Dios, sea en la concepción de la alteridad y del yo, y consecuentemente del amor al otro. Del amor. Con la conciencia de que la transformación de China, esa Revolución cuyo centenario reivindicativamente se encamina a celebrar, es en buena medida fruto del contacto con las ideas provenientes de Occidente y los paradigmas que las sustentan, ese sentido sacrificial de la Historia, de haber sabido, aprendido a articular su integración en su tradición paradigmática. Finalmente y mirando hacia delante, el de afrontar lo Inconmensurable que una y otra vía de pensamiento nos revela en última instancia, lo inaprensible.

            Habrá quien se pregunte si resulta necesario recurrir a Dios, llamar a Dios para abrirnos a lo Incomensurable, como se pregunta y nos pregunta Jullien. Habrá quien crea que Dios y su revelación constituyen la vía para ello. Habrá quien desde el fluir del Tao a lo Inconmensurable se abre. En esa búsqueda nos encontramos, podemos encontrarnos, con los otros y con nosotros. Al mirarnos en el espejo del otro, aprehendemos mejor a la persona que somos, a la vida y al mundo; y podemos ir más allá, más adentro.

 

Manuel Montobbio