En el aniversario de la proclamación de la independencia de Albania

  • En el aniversario de la proclamación de la independencia de Albania

Se han cumplido este veinte y ocho de Noviembre ciento doce años de la proclamación de la independencia de Albania en un momento especial, determinado por las negociaciones para su adhesión a la Unión Europea. Lanzo en esta ocasión como carta en la botella en el mar de esta web, una versión actualizada de la entrada que, con el título Del centenario de la proclamación de la independencia de Albania, que publiqué ese día de 2012 en el blog Ideas subyacentes que entonces mantenía en El País, con el deseo de que esta mirada a la memoria de Europa nos inspire, en el camino que Albania y la Unión Europea emprendemos, o más bien seguimos, para hacer de él esperanza de Europa.

 

En el aniversario de la proclamación

de la independencia de Albania

 

          Se cumplen este veinte y ocho de Noviembre a las cinco y media de la tarde exactamente ciento doce años de que una cámara de fotografiar captara esta imagen en el edificio administrativo del puerto de Vlora. En su balcón, en el centro, Ismail Qemali anuncia la proclamación de la independencia de los territorios albaneses del Imperio Otomano, hasta entonces distribuidos en los cuatro “vilayets” o provincias de éste de Shkodra, Kosovo, Monastir y Janina. Le acompañan en el centro representantes de todos ellos reunidos en la Asamblea convocada allí tras el estallido de la Primera Guerra Balcánica. Y ondea en la esquina junto a ellos por primera vez la bandera de Gjerj Kastriot “Skanderbeg”, héroe nacional e ineludible referente de la construcción nacional albanesa – de quien hablamos ya en la entrada de este blog Skanderbeg el héroe el mito -, adoptada como propia para el estado proclamado, y bordada para la ocasión por Marigo Posio, una de las pioneras de la alfabetización en albanés, cuyo busto contempla hoy al caminante que pasea por la avenida principal de la ciudad, camino al puerto donde fue tomada esta fotografía.

          Necesita la Historia símbolos, imágenes, momentos en que se hace, parteaguas que marcan en ella un antes y un después, en que se inician caminos que llevan a convertir los discursos en realidades. Y de alguna manera ninguna como ésta simboliza el nacimiento del Estado albanés. Muestran las celebraciones de estos días en las calles de Albania que esa proclamación en ese balcón no fue la de tantos otros pudieron ser que no han sido en la Historia. Aunque no para todos los que en ella aparecen.

          No para  todos, pues entre los ochenta y tres “padres de la patria” – todos ellos, por cierto, padres, y ninguna madre – se encontraban representantes de Kosovo, Çameria, Ohrid o Janina, territorios habitados por los albaneses que como consecuencia de los resultados de la guerra en cuyo contexto se proclama esta independencia y en la que los albaneses intentan realizarla, si bien el Estado albanés proclamado será reconocido por las grandes potencias en la Conferencia de Embajadores de Londres que pone fin a ésta, lo será con unas fronteras que solo abarcarán parte de los territorios en Vlora representados, quedando los otros enmarcados en los Estados vecinos. Nace así el Estado albanés rodeado de albaneses tras sus fronteras, o, según se mire, de ellos separados sus habitantes por éstas como no lo estuvieran antes, interrumpiendo o condicionando por ello flujos seculares de relaciones económicas y humanas. Y nace al así nacer – o se prolonga y reconfigura – la que durante tanto tiempo ha venido a denominarse por los historiadores contemporáneos “la cuestión albanesa”. Tal vez por ello, por esa ausencia, por ese no para todos, sea esta foto al tiempo símbolo de un pudo ser que fue, que ha sido y es en la Historia; y de un pudo ser que no fue. Tal vez por ello suela presentarse en los libros de Historia albanesa junto a esta otra, la de Isa Bolletini paseando esos días por las calles de Vlora, representante de Kosovo en la Asamblea y primer Ministro de Guerra del recién proclamado Estado, y como tal comandante de las tropas que lucharon por su independencia.

 

         

          Foto, la de la proclamación en el balcón, del inicio de un camino, de una acción destinada a provocar reacciones. Mas al tiempo fin de otro; al tiempo foto de una reacción y de una aglutinación.

          Reacción frente al Imperio Otomano, de cuyo Parlamento elegido en 1908 tras la revuelta de lo jóvenes turcos el mismo Ismail Qemali, Isa Bolletini y varios otros son miembros, ante y en el que no han prosperado a tiempo las demandas de autonomía política que el nacionalismo albanés había venido formulando desde la Liga de Prinzen; y sobre todo del que no se espera la capacidad militar el que es todavía su territorio europeo. Se despiden así muchos de los albaneses que están en ese balcón, en ese edificio, en esa foto, de un mundo que hasta entonces había sido su mundo; y de alguna manera al hacerlo empieza a dejar ese mundo de ser. Un mundo, el otomano como Imperio plurinacional, en cuya Administración los albaneses han desempeñado durante siglos un papel destacado, incluso en la posiciones más altas; al que han dado desde grandes visires a gobernadores, embajadores o generales  - e incluso de origen albanés era la dinastía reinante en Egipto -; a cuya aristocracia pertenecen algunos, como muestra en título de “bey” con el que firman. Recuerda el Museo de la Independencia situado hoy en el edificio de la foto que Ismail Qemali bey Vlora había sido antes de ésta, entre otras cosas, Gobernador otomano en Palestina o Secretario General de Ministerio de Asuntos Exteriores del Imperio, y tal vez pensara algún instante de ese día que esa trayectoria vital durante siglos para algunos albaneses posible no lo sería ya desde entonces. La Rilindja, o “renacimiento” nacional albanés, nace en buena medida entre las élites albanesas residentes en los grandes centros del Imperio, como Istambul o Bucarest, y juegan en él un papel determinante los altos funcionarios albaneses de éste. Se encuentran así en Vlora entre los “padres de la patria” tres representantes de la comunidad albanesa de Bucarest.

          Reacción, también y sobre todo, frente a los nacionalismos de los otros pueblos balcánicos, que, desde la independencia de Grecia en 1830, han ido constituyéndose en estados independientes con vocación expansiva, y ven ahora la ocasión de realizar ésta a costa de la expulsión del continente europeo del Imperio Otomano y el reparto entre ellos de las tierras habitadas por los albaneses.

          Reacción imposible sin una aglutinación previa, cuyo fruto y culminación capta esta imagen. Que de alguna manera constituye la culminación de la expresión política de un movimiento cultural, de afirmación, desarrollo y expresión de una identidad colectiva. Movimiento cultural, y especialmente lingüístico, de recuperación del uso público de la lengua albanesa, y construcción en torno a ella de la identidad nacional. Pues así como la religión constituye elemento aglutinador esencial de otros procesos de independencia y afirmación nacional en los Balcanes – y de solidaridad panortodoxa o pancatólica hacia ellos -, divididos los albaneses desde el 398 por la línea de Teodosio entre el Imperio Romano de Oriente y el de Occidente, lo que marcará después un norte católico y sur ortodoxo, y durante el período otomano en buena parte convertidos al Islam, distinguiéndose en su seno a suníes y bektashíes, difícilmente la religión o una estructura política común podían reemplazar a la lengua, que han venido hablando desde antes de la llegada a sus tierras del Imperio Romano ,como elemento que al tiempo hace de ellos un nosotros y los diferencia de otros.

          Una afirmación que llevará a promover, frente a la enseñanza oficial hasta entonces en turco o en griego, la enseñanza en albanés por primera vez en Korca en 1875, y a partir de ahí a su expansión; al desarrollo de la literatura en albanés, a la publicación del primer periódico en albanés en Bucarest, y muy especialmente a la unificación de la gramática y la adopción en común del alfabeto latino en el Congreso de Monastir de 1908. Pues hasta el albanés había sido escrito en alfabeto árabe por los musulmanes, en el cirílico por los ortodoxos, y en el latino por los católicos. De modo que si los reunidos en Vlora lo hubieran hecho cinco años antes hubieran carecido de un alfabeto común con el redactar la Declaración de Independencia. Es así en torno a la lengua que construye la identidad colectiva, lo común y compartido; y a partir de de ella, hacia el pasado y hacia el futuro, la Historia compartida, de la que forma parte esta foto y su conmemoración centenaria.

          ¿Cuál es el camino que Albania recorre desde que se tomara esa foto?. ¿Cuál es la Historia de esos ciento nueve años desde ella transcurrido?. ¿Cuáles sus dramas, sus argumentos, sus personajes, sus dilemas, esperanzas, logros y retos?. Buena parte de lo que pueda decir para responder a esas preguntas, intentar captar la esencia y el alma de Albania, queda recogido en mis libros Guía poética de Albania (2011) – en su edición en albanés Udhërrëfyesi poetik i Shqipërisë (2012) -  y Búnkeres (2015).

            Invita la primera a realizar un viaje a Albania que lo es al tiempo hacia uno mismo, en que, partiendo del procesamiento poético de la experiencia vivida, nos aproxima a la esencia y el alma de Albania, su drama, sus mitos y su universo simbólico. Un viaje hacia dentro y hacia fuera de ella a través de las cinco estaciones o etapas en que se estructura - Guía de Albania, Tirana, Búnkeres, Mujeres-hombre y Cielos de Albania –, sinfonía en cinco movimientos en que nos adentramos en la realidad y la vivencia de los grandes hechos definidores de la Albania contemporánea y sus referentes colectivos y en las grandes cuestiones y anhelos que afrontamos en nuestro navegar con la vida en el mundo, en el viaje hacia la esencia, hacia ser plenamente todo lo que podemos ser, el regreso a Itaca que está en el viaje.

 

 

            Es, por su parte, Búnkeres es una palabra-símbolo, un poema, un relato y un ensayo. Un río que nos lleva al seguir su corriente en un viaje: de los búnkeres de fuera a los que nos habitan por dentro; de su construcción a su deconstrucción; del desarrollo total del poder total bajo el régimen de Enver Hoxha, a su desmoronamiento y caída, y al olvido, la huida, la destrucción, la deconstrucción y la reconstrucción, transición/fundación de un nuevo régimen, una nueva sociedad, tal vez un nuevo mundo; de las preguntas del entonces y el ahora, a las del siempre que siempre nos hacemos los seres humanos, por encima y por debajo de las circunstancias del yo y el nosotros, en el viaje de la vida. Un poema —que forma parte del mundo poético de Guía poética de Albania — que retrata al poder totalitario y su mentalidad y funcionamiento y la epopeya de la Albania contemporánea; y un diálogo con éste, una reflexión, un ensayo sobre Albania y sobre el poder, la libertad y la condición humana, desde la razón y desde del corazón.

 

 

           Si, como nos decía María Zambrano, no existen ni el pasado ni el futuro, sino el presente del pasado, o la memoria, y el presente del futuro, o la esperanza, ¿cómo podemos hacer de su memoria, de su comprensión y aprehensión, fuente de esperanza a realizar en el camino emprendido con la negociaciones para su adhesión a la Unión Europea?.

 

Manuel Montobbio

París,
28 de Noviembre de 2024