No viajan a veces las cartas que escribimos en una botella que lanzamos la mar; sino en una maleta. A veces incluso en una tan especial, tan única, como La maleta de Port Bou. Única, pues si muchas son las maletas que han pasado por Port Bou, donde tantas veces de joven - en aquel tiempo en que viajar era viajar en tren, en que entrar desde España en Europa era parar en Port Bou para cambiar de tren por el cambio de ancho de vía que separa la península ibérica del resto del continente - hemos esperado con ellas la esperanza de Europa en sus andenes perdidos, las hemos cargado del tren del pasado al del futuro, entre ellas sólo una fue la que dejó Walter Benjamin en su habitación del hotel Francia de Port Bou cuando el 25 de Septiembre de 1940 decidió acabar con su vida ante la perspectiva de ser entregado de vuelta a Francia y caer en manos de los ocupantes alemanes de los que huía. En esa maleta estaban sus escritos. En esa maleta estaban los papeles en blanco sobre los que hubiera podido seguir escribiendo de haber seguido su viaje hacia Estados Unidos, donde le esperaba su amigo Theodor Adorno. Los papeles en los hubiera podido escribirse la revista Ángelus Novus, a la que no pudo llegar a dar vida, con la que se proponía “hacer patente el espíritu de su época”. Con el propósito de hacer patente el espíritu de la nuestra, de no resignarnos a que las pulsiones destructivas de la Historia nos secuestren la vida y la libertad, el pensamiento y la escritura, de promover un debate sobre el mundo actual y su sentido, poniéndole ese nombre como homenaje, impulsó en 2013 Josep Ramoneda el alumbramiento de La maleta de Port Bou que desde entonces dirige y acude bimensualmente a la cita con los lectores para constituirse en foro y plataforma de captación de ese espíritu, de canalización de ese debate.
Constituye un honor que haya acogido en las páginas de su último número de Enero-Febrero de 2021 mi artículo “Teoría de las Relaciones Internacionales. Polis, Tianxia”- como lo fue que en el de Mayo-Junio de 2017 lo hiciera con “Jean Monnet: unir a las personas, construir Europa” -. Comparto en él algunos de los planteamientos de mi libro Ideas chinas. El ascenso global de China y la Teoría de las Relaciones Internacionales a partir de esta pregunta: ¿Y si, en lugar de la polis en que vivimos desde La República de Platón y la Política de Aristóteles, de la política en la que parecemos desde siempre vivir, hubiéramos vivido en la Tianxia que Confucio, Mencio, Mozi, Xunzi o Huanfeizi concibieron en las obras que conforman la Filosofía política clásica china como la unidad de gobierno natural de los seres humanos?. Para conocer la respuesta os invito a leerlo a continuación, y para ello, con el conocimiento de La maleta de Port Bou, como carta en la botella lo lanzo en el mar de esta web.
TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES
Polis, Tianxia
¿Y si, en lugar de la polis en que vivimos desde La República de Platón y la Política de Aristóteles, de la política en la que parecemos desde siempre vivir, hubiéramos vivido en la Tianxia que Confucio, Mencio, Mozi, Xunzi o Huanfeizi concibieron en las obras que conforman la Filosofía política clásica china como la unidad de gobierno natural de los seres humanos?. Tianxia: todo bajo el cielo, seres que bajo él habitamos. Y, en consecuencia, la labor y reto del pensamiento y la acción política fuera la de superar los gobiernos o unidades políticas territoriales para desde ellas construir o contribuir al gobierno de todo bajo el cielo. Y el orden natural de las cosas fuera la existencia de un Gobierno mundial junto y sobre los gobiernos territoriales. Pues presupone, a sensu contrario, la polis – sea ésta encarnada por la ciudad griega o el Estado contemporáneo – necesariamente otras polis, un nosotros frente o contra los otros, y la necesidad de relación con otras polis, la distinción entre política interior y exterior, y, como correlato de la identificación de Constitución que regula el sistema político y rige la vida política de la polis con el contrato social y la cúpula de la pirámide kelseniana del Derecho, la identificación de la sociedad y el sistema internacional con el estado de naturaleza.
¿Y si desde esa óptica de la Tianxia como concepto y unidad referencial y a la luz de esa filosofía política clásica china y de Las estratagemas de los reinos combatientes – texto fundacional de la historiografía china, como La Historia de la guerra del Peloponeso lo es de la nuestra – analizáramos la Teoría de las Relaciones Internacionales y el sistema internacional existente, al objeto de contribuir a su conceptualización, conformación y evolución?.
Tal es la pregunta que algunos académicos chinos en el ámbito de las Relaciones internacionales, tras formarse y doctorarse en universidades anglosajonas de referencia, se plantean desde la traslación de la disciplina al ámbito académico chino, al desarrollar su trabajo sobre ella. Y para responderla acometen una búsqueda en las fuentes con el propósito de extraer conceptos útiles para la formulación o reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales, desarrollada fundamentalmente en tres direcciones – los que Qin Yaqin denomina enfoques anverso, reverso e interactivo, en función de su relación con la Teoría de las Relaciones Internacionales elaborada en Occidente. Mientras la primera se refiere a la interpretación de la realidad a través de un sistema conceptual chino establecido y la segunda emplea un sistema conceptual extranjero – en este caso, la Teoría occidental de las Relaciones Internacionales – para interpretarla, la interactiva construye un diálogo intercultural, reflexivo y crítico, que aplica simultáneamente marcos conceptuales autóctonos y extranjeros”. Corrientes que cuentan cada una con figuras referenciales: Zhao Tingyiang y su teoría del sistema de la Tianxia en el enfoque anverso; Yan Xuetong y su obra Ancient Chinese Thought, Modern Chinese Power en el reverso; y Qin Yaqin con su teoría de la relacionalidad en el interactivo.
Búsqueda que lleva a Zhao Tingyang a desarrollar su Teoría de las Relaciones Internacionales a partir del concepto de Tianxia, para lo que se remonta al sistema creado bajo éste durante la dinastía Zhou (1046-256 a.C.) para sostener que era el sistema mundial ideal, que se basaba en tres ideas subyacentes: “en primer lugar, las soluciones a los problemas de la política mundial dependen de un sistema mundial universalmente aceptado y no de la fuerza coercitiva; en segundo lugar, dicho sistema está justificado en términos políticos si sus acuerdos institucionales benefician a todos los pueblos de todas las naciones; y, en tercer lugar, dicho sistema funciona si genera armonía entre todas las naciones y todas las civilizaciones…” Un sistema global basado en la extensión al conjunto del mundo de la idea de la sociedad familiar, caracterizada por la integridad del vínculo familiar, de modo que “la cuestión del ego-alter no se plantea en absoluto”. Lo que le lleva a considerar el mundo actual como “un “no mundo” que, en el plano filosófico e institucional, no es un mundo en absoluto”, encarnación de un sujeto colectivo, sino más bien un escenario geográfico en el que realizar los intereses de los estados; y plantea el reto de convertir el “no mundo” en un verdadero mundo a partir de la toma de conciencia del vínculo familiar universal.
A Qin Yaqin, frente a una Teoría de las Relaciones Internacionales centrada en las estructuras y los actores, a llamar la atención sobre las relaciones, a decirnos que gobernar es gobernar relaciones, a conceptualizar y propugnar una gobernanza relacional fundamentada en la confianza y caracterizada por el énfasis en la negociación frente al control; como un proceso de toma de acuerdos, destacando su naturaleza dinámica; y la consideración de las relaciones, y no los actores, como el objeto de gobierno. A llamarnos la atención, también, sobre las ideas de proceso y de la metarrelación o naturaleza de las relaciones y la lógica a ellas subyacente: frente a la hegeliana tesis-antítesis-síntesis y el pensamiento dicotómico de que una cosa no puede ser ésa y la contraria; la de que el yin coexiste con el yang en un todo armónico y al tiempo lo genera, de que más que una tesis y una antítesis enfrentadas pueden existir y existen co-tesis simultáneas. La dialéctica china o Zhongyong (la “vía intermedia” o “vía mutuamente inclusiva”), establece la hipótesis de que las relaciones entre los dos polos (yin y yang) no son conflictivas, sino que pueden evolucionar juntas para formar una síntesis armoniosa, una nueva forma de vida que contiene elementos de los dos polos y que no se puede reducir a ningunos de los dos. Y tiende por ello a canalizar las relaciones por la vía de la cooperación. Lo que tiene una doble trascendencia ante el ascenso global de China. Pues, por un lado, frente a la “maldición de Tucídides” que algunos teóricos de las Relaciones Internacionales formulan, según la cual todo ascenso de una nueva potencia hegemónica conlleva una confrontación de la que resulta una redefinición del orden internacional, nos dice que puede ésta cumplirse si pensamos como Tucídides, si pensamos en términos de tesis-antítesis-síntesis; mas no si nos situamos en el paradigma de la tradición china, en el que convive el yin con el yang, y pueden coexistir co-tesis que conviven e interactúan armónicamente, y eventualmente se trascienden en una universalidad o paradigma superior. Pues, por otro, implica y explica que el ascenso global de China conlleva la emergencia no sólo de un polo del sistema internacional, que también y desde luego, sino sobre todo de un mundo policéntrico en el que conviven dos centros o tesis diferenciadas como conviven el yin y el yang. Lo que nos plantea el reto de superar el esquema centro-periferia con el que, desde las Relaciones Internacionales a la Economía o el desarrollo, hemos concebido el mundo durante las últimas décadas, y la asunción implícita de que el desarrollo y la emergencia de una potencia supone su integración en un único centro o modelo de desarrollo político, económico y social.
Búsqueda que lleva, en fin, a Yan Xuetong, a recordar los tres tipos de autoridad que distinguían los clásicos: Wangquan, o autoridad compasiva o humanitaria (“humane authority”), basada en un alto grado de influencia moral y ejemplaridad y justicia, que hace posible la unidad y la aceptación consensuada del poder; Baquan, o hegemonía basada en el poder material; y Qiangquan o tiranía, basada en el recurso a la fuerza militar y a las estratagemas. A la luz de lo que considera que afronta China dos opciones fundamentales en su ascenso hacia el liderazgo global: convertirse en un Estado hegemónico que sustituya en el liderazgo a los que le han precedido, y que, como ellos, pierda su liderazgo un día, con el riesgo de que se cumpla en uno u otro proceso de cambio la maldición de Tucídides; o que su ascenso suponga un caso único en la Historia de ascenso o transformación al tiempo hacia la autoridad compasiva o humanitaria, rompiendo así los ciclos de la Historia y su repetición, y haciendo posible la transformación del propio sistema internacional hacia un punto de equilibrio superior. Y propugna esa apuesta por la autoridad humanitaria y por la transformación del sistema internacional, consciente de que hoy es la democracia la fuente de la legitimidad política. Apuesta que lo es, a su vez, por el sueño chino. Interior y exterior.
Que le lleva también, entre otras cuestiones, a preguntarse por la naturaleza y conformación del poder total de una potencia, y a afirmar el carácter multiplicativo y determinante del poder político. Como Nye, acepta la la distinción entre poder duro (PD) – que comprendería el poder militar (PM) y el poder económico (PE) – y poder blando – que comprendería el poder político (PP) y el poder cultural (PC) -, de modo que el poder total de una potencia sería no sólo el poder duro sino también el blando, el resultado de la suma de ambos - Poder Nacional Total PNT = PD + PB = M + E + P +C. Mas frente a Nye sostiene Yan Xuetong que no es tal la fórmula que determina el poder total de una potencia, sino PNT = (M + E + C) x P. Lo que explicaría, por ejemplo, la multiplicación del poder total de China a partir de la gestión política de los otros factores por Deng Xiao Peng. Poder político a su vez determinado por la capacidad de atraer a los mejores a su servicio, lo que a su vez requiere la apertura. ¿No tiene acaso sentido y mejora la teoría?. ¿No resultaría esperable que en los manuales y cursos de Relaciones Internacionales se explicara, al tratar el poder total de una potencia, además de la teoría del poder blando de Nye la del carácter multiplicativo del poder político de Yan Xuetong?.
Propuestas, ideas que nos muestran que el tiempo interesante del ascenso global de China que vivimos es al tiempo el tiempo de las ideas chinas. Y de las ideas asiáticas. O del paso a éstas desde los valores asiáticos que proclamara Lee Kwuan Yew frente al fin de la Historia de Fukuyama. Ideas a las que nos hemos referido en el ámbito de la Teoría de las Relaciones Internacionales, pero que podemos encontrar igualmente en la Economía y otras disciplinas del conocimiento humano.
Ideas, propuestas, reflexión desde China sobre la Teoría de las Relaciones Internacionales que cabe inscribir y que lleva a otras reflexiones, a otros debates. Sobre la Política Exterior y la identidad internacional de China; sobre su ascenso global y su cultura estratégica; sobre la dimensión interior del debate exterior, y sobre la legitimidad y el poder. Nos lleva, también, a las ideas asiáticas para la gobernanza global, como las formuladas desde Singapur por Kishore Mahbubani. Y a su transformación en realidad para su proyección internacional, como nos muestra el caso de Singapur. Debates y reflexiones sobre los que acometo, al igual que sobre el desarrollo de lo en estas líneas expuesto, un itinerario analítico en mi libro Ideas chinas. El ascenso global de China y la Teoría de las Relaciones Internacionales; y a su lectura al lector interesado remito.
¿Qué ideas frente a las ideas chinas, qué reacciones, qué reflexiones, qué retos?. Quisiera destacar, entre ellos, los que nos plantea desde España hacia y con China, hacia y con la Unión Europea y hacia nosotros mismos.
Hacia y con China, desde la conciencia de que nuestra relación con China no solo es esencial para nuestra economía e inserción económica internacional, sino para la conformación del mundo en que vivimos y del sistema internacional y su evolución; de que nuestra capacidad de propuesta, de pensamiento, de interacción e intercambio con China en el ámbito del pensamiento constituye un reto y un activo para nuestra acción exterior y nuestro posicionamiento internacional.
Hacia y con la Unión Europea, pues no puede España ir hacia China o plantearse las relaciones con China sino a través de la Unión Europea, como Unión Europea. Frente a China, en China se construye Europa. Constituye uno de los retos fundamentales de Europa en los próximas décadas pivotar hacia Asia, contar en ella, constituirse en actor significativo en su poder e inserción internacional. Lo que requiere pensar globalmente nuestra relación con China, y pensarla en relación al pensamiento, tener en cuenta el pensamiento chino sobre las Relaciones Internacionales. Lo que nos plantea a los europeos el reto de conocerlo, definir nuestro propio pensamiento, interactuar con él, buscar síntesis e ideas comunes para definir en común el futuro común y hacer posible la gobernanza global. Europa se construye, también, pensando frente a China y pensando con China.
Hacia nosotros mismos, especialmente y sobre todo. Pues la experiencia china de recurrir a su propia tradición cultural, a su Historia y a su Filosofía política, para intentar aplicar sus conceptos y lecciones a la comprensión del mundo de hoy y la conceptualización del sistema internacional, nos plantea en el espejo el interés de abordar la reflexión sobre éstos desde nuestra propia experiencia y tradición. De recordar que hubo un momento en que España fue potencia hegemónica, en que descubrió un mundo nuevo y tuvo que pensar - o desde España se pensó - de nuevo el mundo. Y que ese pensamiento influyó decisivamente entonces en la conformación de la Teoría de las Relaciones Internacionales y en la conformación de los conceptos sustentadores del sistema internacional, que contemporáneamente nos llegan de fuera.
Decisiva fue, por poner tan solo un ejemplo, la controversia de Valladolid, la afirmación de la humanidad de los habitantes del Nuevo Mundo, y con ella de la universalidad de la condición humana y los derechos que de ella se derivan. España constituye, en su proyección y expansión global, un caso pionero y extraordinario en la Historia de reflexión moral sobre las implicaciones de sus descubrimientos, las condiciones y límites de la expansión de su poder y su ejercicio, las bases teóricas de la legitimidad del mismo. Una reflexión sobre las implicaciones globales e históricas de su ascenso que, salvando todas las distancias, observamos también ahora en China.
Decisivas también las aportaciones de Suárez y Vitoria, y en general de la Escuela de Salamanca, a la conformación del Derecho Internacional, presentes sus ideas en los orígenes y fundamentos de lo que es hoy el sistema internacional. Ideas, por cierto, paradójicamente con mayores posibilidades de encuentro con las ideas chinas; pues responden a una Filosofía política del todo, a una lógica del bien común del todo por encima de las partes, anterior y superior a la fragmentación del poder y el equilibrio y contrapeso de poderes que orienta la estructuración del sistema internacional de Westfalia. Unas ideas, una filosofía, en ese sentido, que podrían dialogar o encontrarse con las que se derivan de la Tianxia…
Tendemos a veces o a menudo a olvidar nuestro legado, lo que fuimos, y no podemos sin tenerlo presente ser del todo lo que somos, lo que podemos ser…
Nos hablaban los clásicos del Gran Teatro del Mundo. Nos invita Gracián en El Criticón, de la mano de Critilo y Andrenio, a visitarlo en sus escenarios, escenas y episodios, como de un modo u otro han intentado e intentan describirlo tantos escritores. Si éstos intentan describirlo en el papel, todos intentamos escribir con la vida en el mundo y en la vida. Escribir esa obra colectiva que llamamos Historia y queremos nuestra. Toda vida en sociedad interpreta una obra colectiva; y de algún modo todo debate político es un debate sobre los papeles y el argumento de la obra. Nos decía María Zambrano que el hombre es el único ser que no solo padece la Historia, sino también la hace; y en ese hacer, en ese querer hacerla, radica en buena medida su esencia y se cumple su ser.
¿Cuál es la obra?. ¿Cuál el escenario, el argumento, quiénes los protagonistas?. Preguntas que todos nos hacemos. Todos somos actores y al tiempo autores, objeto y sujeto de acción colectiva. Local, estatal, internacional: depende del escenario en que nos situemos, de cómo apretemos el zoom. Si lo apretamos y encuadramos en gran angular el tiempo y el espacio, y contemplamos el Gran Teatro del Mundo, y vislumbramos hacia el futuro, desconocemos los argumentos y los escenarios de la obra; mas sabemos que ésta cuenta en cualquier caso necesariamente con un actor protagónico y co-escritor determinante. Y sabemos que se llama China.
Toda relación supone una metarelación. Toda obra una metaobra. La Teoría de las Relaciones Internacionales es, en ese sentido, una teoría o construcción conceptual sobre el relato del relato, sobre el escenario, los papeles, los actores que los interpretan, las dinámicas en que se desarrollan sus acciones, los temas de sus conversaciones. Necesitamos un metarelato compartido para un mundo compartido, construir entre todos la Teoría de las Relaciones Internacionales de todos. Necesitamos del diálogo entre la Tianxia y la polis y las ideas y tradiciones intelectuales que de ellas se desprenden. Dar, en definitiva, la bienvenida a las ideas chinas y afrontar el reto de con ellas desde las nuestras dialogar, construir universales compartidos y abiertos, escribir entre todos la obra de todos para la navegabilidad y navegación de la nave espacial Tierra, para que nuestro viaje sea el de ésta destino futuro.
Y para ello necesitamos, también, repensar, reconstruir la universalidad. Reto que se refleja en la formulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales; pero que va al tiempo más allá, más adentro, hasta el plano filosófico, paradigmático y cosmogónico. ¿Ideas chinas?. Nos señalaba José María Ridao en la presentación de mi libro Ideas chinas en Madrid que las encontradas en su lectura le habían resultado en muchos casos extrañamente familiares, al tratarse de ideas que se habían considerado en el debate que ha caracterizado la evolución de la Filosofía occidental, pero que fueron descartadas y excluidas, dejadas de lado de la corriente principal; y aludía por ejemplo a la tradición pitagórica orillada por la aristotélica que acabó imponiéndose. De alguna manera, nos encontramos, al encontrarnos con la tradición de pensamiento chino, con el pudo ser que no fue el nuestro, y conociéndolo y dialogando con él ampliamos nuestra propia tradición y visión, asumimos en mejor y mayor medida el desarrollo del espíritu y el alma humana en toda su potencialidad, nos conocemos mejor a nosotros mismos y al otro, y podemos mejor llegar a ser todo lo que podemos ser. Es la nuestra, como nos decía Simone Weil, un alma enraizada, entre otras cosas en la propia tradición de pensamiento y cultura. Si están nuestras raíces conectadas a su tierra, buscan nuestras ramas encontrarse en el cielo con nuestra común condición humana y con el alma universal, y puede ser ese encontrarse el cielo, esa coevolución, esa interacción entre el yin y el yang mutuamente transformadora. Constituye así el encuentro de las nuestras con las ideas chinas una oportunidad única de añadir a nuestra tradición de pensamiento otra durante milenios desarrollada, de construir entre todos la universalidad de todos.
Manuel Montobbio